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Domingo Perucha. Nada es imposible

La historia de Domingo Perucha es la de una leyenda del ciclismo en la sombra, de un soñador, de un luchador, de un emigrante, de un ganador, de un artesano y hasta de un okupa. Pero siempre sobre dos ruedas.

El idilio de Higinio Domingo Perucha con la bicicleta comenzó a la fuerza. Cada día tenía que cogerla para ir de su casa, en lo que era Chamartín de la Rosa, al trabajo en Getafe. “Empecé a dar pedales porque era la única forma que tenía de moverme. Y así surgió todo. Un día me encontré con Medina, que estaba en la selección para el campeonato del mundo de Alemania, y le eché una carrera. Vi que le ganaba con mi bici y sin entrenar y fue cuando empecé en serio”, rememora. Gracias a estas dos casualidades, en el año 53 empezó a correr de forma amateur y en el 57 dio el salto profesional ganando la Madrid-Buitrago. De ahí, Francia, Alemania, Suiza, Bruselas. Años subido al sillín y buscándose la vida hasta que “en Ginebra me robaron la bici y me dejaron vestido de romano”, explica aunque, matiza, “en esa época se acabó para mi el ciclismo porque ya no era algo individual, era sofisticado. Dejó de ser un deporte para ser dinero”.

Pero esto no fue nada más que el comienzo de una nueva y fructífera etapa ligada al ciclismo. Si había compartido carreras con Federico Martín Bahamontes, Fausto Coppi, Jacques Anquetil o Miguel Poblet, sus mayores triunfos estarían por llegar como seleccionador y mecánico del equipo nacional de la ONCE. Fue con ellos con el que su palmarés acogió tres oros de los Juegos Paralímpicos de Barcelona, Atlanta y Sidney, cinco campeonatos del mundo, otro de Europa y tres de España gracias a los tándem que él mismo creó para los corredores pasando del acero al aluminio. “Eran bicis para la guerra pero no para el ciclismo. Cogí las bicis que había en París, las transformé y aligeré doce kilos. Todo a mano”, explica desde su taller y sede del Club Ciclista Perucha de la Ventilla entre cuadros de bici y herramientas.

Y es que Higinio ha desarrollado su verdadero arte como matricero y mecánico. Toda una vida reparando, soldando y creando bicis –y barcos, dice orgulloso ante uno de 10 metros en pleno proceso de construcción con viejas persianas- desde las suyas hasta las de ciclistas consagrados como Marino Lejarreta o Félix García Casas pero también para grandes casas como Macario o equipos como el Teka. Su lema: “Todo tiene una solución. Como dijo Napoleón, nada es imposible”. Una actitud que ha marcado su vida y que lleva a la práctica en este taller que ha okupado en la Ventilla y del que ahora espera que el IVIMA le desaloje. Porque la historia de Domingo Perucha también es la de un superviviente. En 1998, en plena remodelación urbanística de la Ventilla, recibió una orden de expropiación de su casa y su taller. Salió en 2003 pero se instaló en un local que se había construido sobre unos terrenos de sus padres y que ahora, en pleno litigio judicial, tiene que abandonar. Desde allí, trabaja, crea y, sobre todo, comparte sus conocimientos de forma altruista con cualquier amante de las bicis. Fue así como el colectivo Dentera contactó con él y quienes decidieron contar su historia a través de un documental financiado con una campaña de crowdfundingpara intentar evitar su desalojo. “Lo que más te sorprende de Higinio es su capacidad de ingenio, lo que es capaz de hacer con cuatro herramientas. Su capacidad de trabajar y buscar soluciones. No se merece una situación así”, cuenta Sergio, de Dentera. Pero a pesar de todo Domingo Perucha lo tiene claro y sigue y seguirá consagrado a sus bicis. “El ciclismo da vida. La bici es mi vida. Prácticamente duerme conmigo”, asegura.  

http://goteo.org/project/club-ciclista-perucha

Texto: Prado Campos. Foto: Domingo Perucha, en su taller

Domingo Perucha. Nada es imposible