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Compañía Tanztheater Wuppertal de Pina Bausch. Foto: Maarten Vanden Abeele.

Festival de Edimburgo:

Manteniendo el tipo

El EIF (siglas en inglés del Festival Internacional de Edimburgo), que reúne a lo más destacado de la ópera, la música, el teatro y la danza internacionales cada verano desde 1947, se ideó para unir a los países, como antídoto contra la guerra.

La edición de 2010, celebrada entre el 13 de agosto y el 5 de septiembre, se ha dedicado a las culturas contemporáneas del Nuevo Mundo (Norteamérica, América Central, Sudamérica y Australia, y a las de Holanda y España como potencias colonizadoras; la Compañía de Danza Flamenca de Paco Peña hizo los honores por nuestro país). Esto de conferir a cada edición del certamen un carácter monográfico es una iniciativa de quien es su director desde hace cuatro años, Jonathan Mills, un tipo que, aun siendo ducho en la dirección de festivales (había estado al frente del de Melbourne), advierte de que su única receta es "asimilar lo que significan estas cuatro palabras: Festival Internacional de Edimburgo". Y que el Nuevo Mundo haya sido el centro de gravedad deriva del reto que Mills cree que debe afrontar todo festival que se precie. "Dedicarse a los desafíos del presente: la identidad, la diversidad, la inmigración... Aquí pretendemos  aproximar al europeo ideas remotas a las suyas".

Sigamos destripando la muñeca rusa, porque este australiano hace derivar esta concepción festivalera de la misión que cree intrínseca a las Artes Escénicas: "Abrir la mente. Procurar al espectador una vía de inspiración y paz, más allá del materialismo". Para Jonathan Mill, pese a la globalización, tiene sentido seguir hablando de diferencias entre las artes y culturas de los países, y entiende que, precisamente, el plus del EIF es "tener la oferta escénica más diversa de todos los festivales del mundo. Está en condiciones de responder a los cambios globales, algo que otros no pueden". Ya es el día D más unos cuantos, veamos si la crisis ha estrangulado al EIF: publica The Guardian que sus taquillas vendieron más de 135.745 entradas, frente a las 134.444 del año pasado; la moraleja, según Mills, es que "aún hay bastantes espectadores, y los problemas económicos son transitorios". No obstante, indica que gran parte del respetable procedía de la propia Escocia, "gente que hacía turismo doméstico ya que no podía permitirse viajar". Pero el director quiere sofocar cualquier conato de alarma, teme el "simplismo" para reducir el gasto público, porque podría significar inversión en espectáculos baratos pero malos, que son al Arte lo que la "comida rápida" a la gastronomía. Por su parte, los espectáculos que Mills destacaba en la web del festival como platos fuertes (en un arranque de orgullo, aclara que "nunca ha traído a estos escenarios algo en lo que no creyera"), no han tenido la afluencia de público que él calculaba (le ha pasado a la ópera australiana Bliss), o han cosechado un mixto de críticas duras y algo benevolentes (como el estudio politológico de Alistair Beaton, Caledonia).

Texto: Albina Vegel.  Foto: Maarten Vanden Abeele. Compañía Tanztheater Wuppertal de Pina Bausch.

Festival de Edimburgo: manteniendo el tipo