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Patricio Pron. leer y escribir.

Ha sido ahora, al publicar La vida interior de las plantas de interior (Mondadori), cuando Patricio Pron (Argentina, 1975) se ha hecho definitivamente conocido en España. Un libro de relatos -género que frecuenta- muy redondo, que “habla de los vínculos que se establecen entre algunas personas y unos objetos y entre aquellas personas que viven encerradas en su interior” sintetiza el autor.

Recorrió Europa, los Balcanes, África del Norte y Turquía como corresponsal del diario La Capital. ¿De qué le sirve eso ahora para escribir ficción? Me sirve para recordar que el tiempo y la buena voluntad del lector son limitados y no se deben malgastar, que la literatura no es un monólogo sino una especie de diálogo lento, que observar y contar lo que se observa es mucho más importante que opinar, que la literatura habla de su época de forma indirecta y soterrada pero siempre lo hace.

Teniendo en cuenta eso último, ¿cuál es la misión de la literatura en estos tiempos? No creo que haya una “misión de la literatura”, sino, más bien, diferentes respuestas personales y siempre parciales a la pregunta de cuáles son los vínculos entre literatura y realidad. A mí me parece que esos vínculos no deberían ser explícitos y que todas las llamadas “novelas de la crisis” pecan de una visión ingenua de esos vínculos (si la crisis es tan importante como parece, ésta aparecerá de una forma o de otra en todo lo que se escriba) y que estas novelas confunden literatura con denuncia y ambas con argumentos de venta. Ni siquiera el más crédulo, ignorante y aislado de los lectores necesita esas novelas para entender qué pasa a su alrededor, así que ¿para qué querría leerlas?

Hablando de crisis, otro de los países donde ha residido es Alemania. ¿Qué deberíamos aprender de ella? Una media docena de cosas: la laboriosidad, la convicción de que se deben discutir ideas y no personas, la certeza de que se debe revisar continuamente el pasado trágico para no repetirlo, el respeto a las artes y a la investigación y a quienes las practican, el sentido de la responsabilidad, el convencimiento de que todo atajo es un desvío, el ejercicio activo de la solidaridad, el reconocimiento de sí misma como una sociedad multicultural, la protección de los más débiles.

Muchos personajes de sus obras y hasta sus títulos son bastante surrealistas, y su estilo narrativo es muy original. ¿Tiene su literatura algo de realismo mágico? No, realmente no. Quiero decir: leí a los autores del realismo mágico hace muchos años y algunos fueron mis favoritos durante cierto tiempo, pero hace mucho que no los leo y ni siquiera sé qué pienso de ellos ya. Mis libros tienen otros referentes y, si sus personajes evocan a los del realismo mágico, esto puede deberse a que fueron influyentes para mí cuando yo comenzaba a ser escritor. Ahora me interesa más hacer cosas que no habían sido hechas antes que imitar a otros autores, por buenos que sean.

Uno de los cuentos del libro habla de un miembro del jurado de un premio literario. ¿Usted, que acumula ya unos cuantos, qué piensa de ellos? La falta de creatividad de las obras es uno de los problemas de los premios. Los otros son el escaso nivel de algunos jurados, las obligaciones comerciales de ciertos premios y lo inadecuado de los criterios para juzgar la obra literaria que los presiden. A pesar de ello (y con todos los “sin embargo” y los “peros” que se les puedan poner), los premios ofrecen a los autores algunas oportunidades de las que no dispondrían de otro modo. En mi caso, específicamente, me permitieron encontrar una caja de resonancia para mi trabajo.

Ha dicho que le cuesta mantenerse concentrado más de 15 minutos. ¿Tiene eso que ver con que escriba cuentos, o se debe a la tradición cuentista de su país?  A ambas cosas, pero también al hecho de que soy un lector muy habitual y entusiasta de cuentistas en español. Mi descubrimiento más reciente es Juan Gómez Bárcena, que recomiendo.

También ha comentado que no le gusta hacer vida social de autor. ¿Ni siquiera en redes sociales? Bueno, tendría que definir a qué llamamos “vida social de autor” para decidir a continuación si me gusta o no. Algunas cosas en ella parecen ser muy interesantes (el conocer a algunos colegas, el encuentro con el lector, la posibilidad de debatir tus puntos de vista). Otras parecen una pérdida de tiempo (el conocer a algunos colegas, el encuentro con el lector, la posibilidad de debatir tus puntos de vista). Así que supongo que todo depende del grado de exposición que uno acepte y las ganas que tenga de implicarse en esa vida social sin olvidar nunca que la literatura consiste en leer y en escribir y que todo lo demás es secundario. En cuanto a las redes sociales, no las uso.

Texto: Paloma F. Fidalgo. Foto: Jorge Del Campo.

Patricio Pron. Leer y escribir.