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arte, sonoro, libro, emergente, contemporáneo, cultura, música

Paseando con los oídos bien abiertos

Por María Andueza

Imaginemos cómo sería una manifestación sin sonidos. No sólo sin las voces y las proclamas, sino también sin los pasos, sin las palmas, sin los silbidos o sin el tenue bisbisear de las pancartas ondeando en el aire y resonando en la arquitectura de la ciudad. En completo silencio.

Estaríamos sumergidos en algo cuanto menos fantasmagórico. ¿Qué nos aporta entonces el sonido en la ciudad? ¿Un síntoma vital, un medio de comunicación, información sobre el contexto, una forma de expresión…? Sí, todo esto, pero además una vía para procesar nuestra experiencia y responder a la misma de forma crítica y creativa.

Esto es lo que ha hecho la creación sonora cuando ha trabajado en el espacio de la ciudad. En 1913 el músico futurista Luigi Russolo escribió L’Arte dei rumori, un manifiesto en el que recuperaba, entre otras, las sonoridades de la ciudad para el auditorio de conciertos. Desde entonces los acercamientos al arte sonoro en la ciudad han sido múltiples y muy variados.

Intervención paradigmática en este territorio es Times Square (1977) de Max Neuhaus, una instalación en el centro de Manhattan (NY) en la que una gran bocina de altavoz situada bajo una rejilla de ventilación emite una frecuencia constante cuyas variaciones provocadas por las corrientes de aire las podemos apreciar desde la calle.

El resultado es un zumbido que se infiltra en el tumulto del lugar y que, al ser descubierto, reorganiza la escucha del espacio a través de las preguntas de extrañeza que la pieza suscita en los ciudadanos. Casi sepultado por la actividad de este espacio, el sonido se convierte para el ciudadano en motivo de exploración del territorio urbano, del que puede apropiarse e interpretar libremente. Reinventarlo incluso.

En Madrid, Bill Fontana trabajó en 2008 el ámbito de la memoria y el simulacro en el Templo de Debod. Allí recreó una experiencia sensorial que remitía sonoramente al mar. La pieza, lejos de quedarse en la anécdota sonora del agua, las gaviotas o el oleaje del mar se conjugaba con las vistas de la Casa de Campo que se aprecian desde la explanada en que se ubica el templo, remitiendo por tanto el sonido a lo visual y de forma inversa el espacio de lo visual a lo sonoro.

Esta instalación tendía así un puente entre el espacio físico-temporal y el de la ciudad imaginada. Vinculando también lo visual y lo sonoro, aunque de un modo más festivo y ficcional la intervención Apocalipsis Ahora (2010) de Nilo Gallego, que realizó en la céntrica plaza de Lavapiés, buscaba crear un cine sin pantalla. Intercalando diferentes recursos sonoros de amplificación o ambientación que provenían de la calle, balcones y aledaños conjugaba en su acción colectiva la actividad de la plaza con la dimensión sonora en directo.

Si algo resulta particularmente interesante del arte sonoro en la ciudad es esta forma de vincular el espacio físico, con otro –vital para construir un arte público– que es el espacio social. En esta línea trabajaron Alfonso Gil y Francis Gomila en 2007 en la instalación Guantanamera, que denunciaba el uso de la música como herramienta de tortura en la cárcel de Guantánamo. Ésta ocultaba un equipo de reproducción bajo un respiradero del metro situado en la confluencia de las calles Alcalá y Gran Vía. Desde allí emitía a un elevado volumen las distintas versiones de la canción cubana buscando generar así un reconocimiento de la acción denunciada y una respuesta u opinión pública sobre este hecho.

La obra suponía una forma de intimidación en el espacio público, al sacudir al viandante de forma brusca lo subordinaba inesperadamente a la acción del sonido. Desafiar al ciudadano, aunque de forma más sutil, es también el recurso que emplea Anna Raimondo en la serie de acciones en las que juega a hacer pública lo que se supone es una escucha privada.

En How to make your day exciting (2014) se desplazó por el transporte público de Londres con unos cascos mientras escuchaba, muy alto, una composición creada a base de gemidos de orgasmo de actores y actrices porno. Estos sonidos, procedentes de sus cascos, pero audibles para aquellos que la rodeaban provocaban en última instancia una escucha forzada de lo privado provocando risa, intimidación y rompiendo así los espacios de confort en el entorno público.

Las obras de estos artistas abordan la creación sonora en la ciudad como una forma de afrontar la construcción de lo público. Igual que el sonido en una manifestación es expresivo del mensaje que ésta transmite, la creación sonora es una invitación al ciudadano para crear tiempos y lugares en la ciudad al tiempo que los vive, los piensa e inevitablemente los transforma. 

* María Andueza es artista e investigadora especializada en el Arte Sonoro en espacios públicos.

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