Texto Carlos G. López

 

La humorista madrileña compagina su faceta de televisiva, incluyendo su trabajo de actriz en la serie Olmos y Robles, con su propio espectáculo en el Teatro Compac Gran Vía.

 

Han dicho sobre ti que 'eres la mujer que toda madre querría para su hijo'. ¿Qué es lo más sorprendente que has leído sobre ti? Una vez leí que soy una gran periodista catalana. Es muy bonito todo, pero no soy ni gran, ni periodista, ni catalana. En internet hay más mentiras que verdades, es muy difícil contrastar.

 

¿Pasas por tu mejor momento? Sí. Intento siempre que sea mi mejor año. Si no hay trabajo, me lo invento. El tiempo no se repite, es una estupidez desperdiciarlo esperando que pase algo cuando puedes provocarlo tú.

 

¿Cómo te asomas a tu agenda sin marearte? Mirando atrás. Los actores tenemos mareas muy salvajes, altas y bajas. Ahora vienen olas, pero ya vino, y vendrá la calma. Hay que capearlo todo con gracia.

 

¿Qué hay que estudiar para tener un currículo tan multitarea como el tuyo? Estudiar toda la vida. Soy muy inquieta y siempre estoy formándome. No hay ninguna disciplina que descienda por intercesión divina sobre ningún ser humano sin esfuerzo ni dedicación. Hay que estudiar, errar, aprender de los que saben más que tú y atender a los vicios y puntos débiles. El cuerpo es sabio, pero también es vago. Si te abandonas, el movimiento desaparece y te conviertes en una reliquia.

 

Dime un consejo que te haya ayudado de alguien de la profesión. Quequé me dijo una vez: 'No te rías tú. Deja que se ría el público, que ellos son los que han pagado'.

 

¿A quién te encantaría imitar? Tengo alma de rock. Me gustaría emular a alguna banda emblemática de los 70, 80, 90... Soy una gramola, me sé infinidad de temas.

 

¿Eres tú mucho de celebrar? Hombre, claro. ¿Qué somos? ¿Franceses?

 

Pues recomiéndanos un lugar donde celebrar nuestro brindis cultural. Tengo mi santuario: el Café Pavón (Embajadores, 9), que acaba de abrir de nuevo. Lo llevan dos amigos míos. Es un placer tomarse un vermú allí.

 

Un brindis cultural en 'su santuario': el Café Pavón (Embajadores, 9): 'Lo llevan dos amigos míos. Es un placer tomarse un vermú allí'.