<
>

Boris Izaguirre

El otro Boris

La imaginación es la clave de las Sapphire Experience, noches promovidas por la ginebra Bombay Sapphire en las que, entre combinados de la marca, se disfruta de otro cóctel, en este caso de música, danza, gastronomía y poesía. El pasado octubre, el espacio L.A. Studio acogió la primera de estas exclusivas citas, y Boris Izaguirre y Najwa Nimri ejercieron de anfitriones. Izaguirre nos concedió una entrevista revelándonos su lado menos popular, haciendo gala de su cultura e ingenio. "Puede que mucha gente me vea como a un frívolo. Pero yo no puedo controlar eso, y aunque pudiera, probablemente ahora sería demasiado tarde". Con él hablamos de cine, política, economía, periodismo y, por supuesto, de literatura: "De pequeño, siempre me despertaba el sonido de las teclas de la máquina de escribir de mi padre. Cómo no iba a hacerme escritor...".

¿Cuál ha sido tu mejor idea? Dejar mi país y venirme a vivir a España. Creo que nadie debe sentirse atado por ninguna idea patriótica. A mí me parecía que en mi ciudad de origen (Caracas) tenía un techo, y yo quería subir más allá de él.

Y viniste a Santiago de Compostela... Sí, porque aunque uno tenga una buena idea, tiene que tener un estímulo para hacerla realidad. Y en este caso, la idea de venirme a vivir a España estuvo acompañada de una oferta de trabajo en Santiago: escribir una adaptación de una obra muy gallega, La casa de la rosa. Veinte años después de aquello, veo que cuando das un salto de esas características tienes que dejarte llevar por todo lo que conlleve ese salto. Y es lo que hice. Yo estaba inmersa en una aventura y no debía entorpecerla en ningún punto. Así, a los dos o tres meses de llegar aquí, conocí a Rubén, mi marido, y lo convencí de que íbamos a pasar mucho tiempo juntos. Y en gran medida por él me he ido quemando naves y quedándome hasta hoy. El camino inverso al que hicieron los conquistadores.

¿Cómo te ves dentro de veinte años? No me veo. No hago planes más allá de un día. Tengo una muy mala agenda, lo que me trae muchos problemas. Me gustaría ser muchísimo más organizado, pero el desorden ejerce una dictadura terriblemente férrea sobre mí.

Es que, según dicen, la gente creativa es muy desordenada... No, yo conozco gente muy creativa y tremendamente organizada. Por ejemplo, Najwa Nimri. En este proyecto de Bombay Sapphire para que el que hemos trabajado juntos, ella ha demostrado su puntualidad y su orden y yo mi desorden. La verdad es que aprendí a ser un poco puntual cuando trabajaba en Crónicas Marcianas, porque Sardá, era muy exigente con los horarios. También me ha exigido trabajar como columnista de El País, porque me obligan a entregar las cosas en un plazo. Pero sin condicionantes de ese tipo, yo no fuincionaría.

No te ha afectado el ERE de El País... Es tremendo formar parte, aunque sea como colaborador externo, de un periódico en un momento tan crucial como este, donde se está acabando una era que ha sido extraordinaria y se está entrando en otra llena de riesgos. Yo he sido y soy muy lector de periódico. Siempre leo muchos periódicos; una de las poquísimas cosas que recuerdo de cuando era niño era que yo estaba desesperado por leerlo porque veía a mis padres hacerlo cada mañana. Es un recuerdo que tengo de ellos, a muy temprana edad. En concreto, he sido lector de El País durante mucho tiempo, mucho antes incluso de venir a vivir a España. Siempre me parecía que representaba esa España que todos vimos florecer después de la Transición. Me gustó mucho formar parte de una historia de 20 años y me parece muy interesante seguir estando aquí después de un tiempo de gran prosperidad.

Y en cuanto al orden a la hora de escribir, ¿al comenzar a escribir una novela, ya la tienes ya estructurada en la cabeza? En mis primeros años, sí. Pero con el tiempo, quiero que escribir sea cada vez más peligroso. Un peligro que diferencia a un escritor de una persona normal: un escritor ha de arriesgarse constantemente, jugar con el peligro. Una novela no es solo el escritor, sino todos los elementos de ésta: los personajes, la narración... Cada autor le concederá importancia a un elemento. Yo, en mis dos últimas novelas (Y de repente fue ayer y Dos monstruos juntos), he jugado a ser una página en blanco y me he dejado llevar por los personajes. Yo creo mucho en los personajes, porque mis novelas son muy cinematográficas.

¿Y qué significó para ti ser finalista del Premio Planeta? Fue muy importante, porque me enseñó a escribir, me mejoró. Uno nunca debe considerar que ha llegado al culmen de su escritura. Puede estar satisfecho, pero tiene que estar abierto al cambio, y por supuesto, a mejorar. Y cuando mi editora me propuso, antes de que me lanzara a escribirlo, presentar Dos monstruos juntos al Planeta, me condicionó que lo fuera a leer un jurado. Reforcé los personajes y la redacción. También cambió mi manera de escribir porque le pedí a Juan Cruz que me gestionara una entrevista con el director de El País, Javier Moreno, porque quería tener la experiencia de columnista, aportaría a la trama de la novela. Y el ser columnista, tener que limitarme a un número de palabras y aunos plazos de tiempo me ha ayudado a economizar mi manera de expresarme, cosa interesantísima para un escritor latinamericano, porque nosotros somos muy barrocos...

¿Estás influido por la literatura latinoamericana? No, fundamentalmente me siento influido por autores anglosajones. En mi adolescencia yo estaba obsesionado con huir de mis raíces. Yo veía mis raíces más en William Faulkner que en Rómulo Gallegos, y yo quería leer esas cosas. Al final, puede que descubra que tenía que volver a mis raíces, pero por ahora, no.

Si hicieras cine, ¿lo harías parecido a como lo hace Almodóvar? No creo, porque yo nunca haría cine. Soy un gran observador: puedo ser crítico con algunas cosas, aunque tiendo a que todo me parezca bien. Además, me gusta mucho la variedad: puedo entender a Kubrick y a Vicente Minelli, incluso veo puntos de relación entre ambos. Tengo un libro escrito sobre Hitchcock y la presencia de la homosexualidad en sus películas. Creo que lo maravilloso del cine es que es uno de los grandes espacios abiertos a la imaginación, incluso el cine más comercial.

¿Más que otras artes? Sí. Yo creo que el cine y la ópera son dos grandes agitadores y contenedores de arte.

¿Vas con frecuencia a la Ópera? Me gusta desde muy joven. José Ignacio Cabrejas, un dramaturgo muy importante de mi país, tenía como ejercicio de relajación escuchar y ver óperas que no siempre podíamos ver en nuestro país. Era fascinante y me enseñó mucho. Recuerdo que me preguntó: "En la vida siempre hay que escoger, ¿qué prefiere, ¿Verdi o Puccini?" Yo respondí que prefería Puccini.

¿Por qué? Creo que Puccini es más elegante, aunque también me gusta mucho Verdi y el transfondo político que tienen todas sus obras.

Ese trasfondo político también lo tienen muchas de tus novelas, y sin embargo la gente tiene una imagen muy frívola de ti. ¿Crees que la gente te ve realmente cómo eres? No lo puedo saber, pero creo que es fantástico pasar por la vida de la gente y que ellos decidan hacer contigo lo que quieran. Nunca he puesto trabas a eso. Además, si tuviera que cambiar ahora esa imagen, sería tarde. En cualquier caso, para un escritor es bueno tener una escafandra con la que ver sin ser visto, porque en realidad lo que le debe importar a un escritor es ser observador.

Hablando de política, ¿has estado siguiendo la campaña electoral de tu país? Sí, por supuesto. Y llamé al voto de los venezolanos en España porque España se ha convertido, después de EEUU en el segundo país más habitado por emigración venezolana, y era un voto que se suponía importante. Pero me remito a mis propias obras: por ejemplo, en Azul petróleo hablo de esos cuarenta años de democracia en Venezuela antes de la aparición de Chávez. Villa Diamante también es una reflexión sobre cómo fue la última dictadura de Pérez Jiménez que puede ser el origen del Chavismo. De todos modos, la política siempre te utiliza, y no tienes que dejarte. Como, que también te utiliza. En mi caso, nos hemos utilizado mutuamente.

Sí, has sido showman de televisión, guionista, presentador, escritor... ¿Dónde te ves más? Creo que todas las cosas que yo he hecho han sido escribir. Un escritor no sólo escribe, también tiene que vivir, para entender las personalidades de la gente que luego va a crear. A mí me encantaba aquello de que Norman Beiler fuera boxeador, que tantos escritores estuvieran de soldados en las guerras, que hicieran otro tipo de trabajos antes de lanzarse a escribir....

¿Y eso que has dicho de que la televisión siempre te utiliza? Tiene una capacidad caníbal y sobre todo fagocitadota. Te traga y luego te vomita.

¿No son los espectadores los que te "vomitan"? No, para nada. Los espectadores, cuando se cansan de ti, se van con otro, siempre.

¿Cómo es el espectador en España? Muy sano, porque tiene mucha oferta. A mí siempre me ha parecido que en España hay una gran televisión, y lo compruebo cuando voy a países norteamericanos y veo que no hacen más que programar productos de naturaleza española que se han generado aquí. Es de las televisiones más potentes del mundo y es muy importante trabajar en ella.

¿Tienes algún canal preferido? Por supuesto, Turned Classic Movies.

Texto: Paloma F. Fidalgo.

 

El otro Boris