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  • ENTREVISTA
  • Constantino Molina, la poesía como extrañamiento
  • Por Paloma F. Fidalgo · Foto © Carlos Luján para El Duende

Constantino Molina (Albacete, 1985) es un auténtico verso suelto en el panorama poético de su generación. Su letra irónica, serena y hasta bucólica contrasta y mucho con el gobierno del clickbait. Y eso que su trabajo se ha reconocido, entre otros galardones, con el Premio Nacional de Poesía Joven, que se le otorgó por Las ramas del azar. 

El Premio Nacional de Poesía Joven lo pilló a usted trabajando de cajero en un supermercado. ¿Es eso una metáfora de algo? Sí, es una metáfora de lo poco que me gustaba estudiar y de lo ecléctico de mi currículum laboral. 

Además del Premio Nacional de Poesía Joven, un premio involuntario al que no uno no se presenta, ha recibido el Premio Adonáis. ¿Para qué sirven los galardones? Sirven como escaparate, como aval, para publicar en editoriales a las que uno no tendría acceso de otra forma y para comprar el pan o pagar el alquiler si son con dotación económica. 

Usted abandonó la carrera de Humanidades, y un verso suyo dice “quemaría las bibliotecas”. Pese a los tiempos de titulitis que corren, muy académico no parece. Como he dicho en la pregunta previa no he sido muy dado al estudio académico. Recuerdo aborrecerlo desde la niñez, ya en el colegio. Pero siempre leía, leer es lo importante. Suele confundirse la figura del filólogo con la del escritor y eso es algo que ocurre con frecuencia en la poesía. Hay filólogos que versifican sus ensayos sobre teoría lingüística y otros asuntos similares creyéndose poetas. Nada que ver. Han renovado el microtostón, un género que se viene desarrollando desde principios del pasado siglo. 

¿El poeta nace o se hace? Imagino que es una mezcla de ambas cosas. Hay que nacer con una neuroquímica similar a la de Homero y trabajarla. En mi caso la lectura de poesía llevó de manera natural a su escritura. Uno empieza reconociéndose en la poesía y acaba rehaciéndose en ella. 

¿Cuál es el primer verso que recuerda haber escrito? No lo recuerdo. Y mejor que sea así, porque debió ser algún ripio considerable. Sí puedo recordar los primeros versos de mi primer libro: “Si alguna vez callásemos/ como callan los árboles, las nubes/ y las piedras, podrían escucharse/ los árboles, las nubes y las piedras”.

En Las ramas del azar, la naturaleza tiene muchísimo protagonismo. ¿Por qué ese arraigo? Fue un libro escrito en un pueblo de trescientos habitantes. Además la naturaleza siempre tiene un componente de atemporalidad y discreción, algo alejado de la estridencia actual que me parecía muy subversivo. Decía Unamuno algo de no buscar lo original sino lo originario, pues eso. 

Su poesía aporta una mirada ácida. Sí, ahora trato de reencontrarme con esa mirada ácida o irónica. Me interesa mucho el humor, pero en la poesía es un tema complejo. Enseguida se cae en el chiste o chascarrillo y no es lo que busco en mis poemas. Tampoco la crítica social o algo por el estilo. Lo que me interesa es un humor que lleve a una sensación de extrañamiento. 

  • “Lo importante es leer. Para empezar a escribir
  • hay que leer mucho antes”

Se habla de una nueva generación de poetas que ha despuntado gracias a las redes sociales. ¿Se identifica con ellos? Si te refieres a la poesía neocursi, la de la ocurrencia picantona, la del lloriqueo emocional y la de los filosofillos del lugar común, la respuesta es no. 

¿Ha cambiado también la imagen que teníamos de los poetas de unos veinte años hasta ahora? Creo que puede haberse superado la visión del poeta como un ser embobado o sujeto a la aflicción.

Muchas editoriales han abierto hueco a la poesía, y hay títulos que venden miles de ejemplares. ¿Significa eso un buen momento económico para los poetas? Para algunos sospecho que sí. Cosa con la que estoy muy de acuerdo. Me parece bien que se gane dinero escribiendo. Otra cosa es que muchos de los libros que publican esas grandes editoriales que han abierto su espacio a la poesía sean un producto que no sirve ni para encender la estufa. 

¿Preferimos leer o escribir? Pues no sé, eso depende de cada no. Aunque lo importante es leer. Para empezar a escribir hay que leer mucho antes. 

¿Cuál es el último poemario que lo ha entusiasmado? La fuerza viva de Alejandro Simón Partal (ver pag. 8). Un libro que disloca con serenidad e inteligencia escenas cargadas de emotividad. En unos días saldrá en Visor su nuevo libro Una buena hora, no os lo perdáis.

 

ENTREVISTA: Constantino Molina, la poesía como extrañamiento