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La fronteras del sabor. Mercedes Cebrián

Mercedes Cebrián (Madrid, 1971) es escritora, autora de libros como El malestar al alcance de todos y Mercado común. Además colabora con diarios como El País, La Vanguardia y Público. El 5 de junio Literatura Random House publica su última novela, El genuino sabor, donde la gastronomía forma parte del relato.

“En ocasiones desearía que la comida no supusiera para mí nada más que el mero combustible con el que obtener energía para sobrellevar el día; que los alimentos fuesen tubitos de pasta de dientes energéticos e insípidos (así vi que eran los de los primeros astronautas en los años setenta). Pero a la vez, la gastronomía es un innegable placer y esto hace que una coma de más, inevitablemente”. Así comienza Mercedes a relatarnos su relación con la comida, con la que, un poco como todos, aprovecha para practicar el arte del autoengaño mientras se da un festín de crema árabe de berenjenas: “me creo que comerme un quintal de baba-ganoush es buenísimo para mi salud y así justifico la ingesta excesiva”. Afirma que para considerarse un gourmet hay que saber comer bien desde pequeño: “si no lograste aprender a comer prácticamente de todo, no hay gourmetismo que valga”, aunque confiesa que si llegaran los momentos de escasez y tuviera que alimentarse de insectos no sabe qué haría, “no los he probado, porque el consabido problema cultural me lo impide, y a cambio, sí como otros animales con ojos, por ejemplo. Paradojas de la antropología”.

La gastronomía está siempre presente en sus artículos de viajes, y explica que es claramente un rasgo identitario de las sociedades, no sólo en cuanto a recetas sino también en lo relacionado con cantidades, combinaciones de platos, cuándo se comen unas y otras cosas… “Por ejemplo, en Estados Unidos, donde estoy pasando un tiempo, los bocadillos llevan un mínimo de 6 lonchas de fiambre y/o queso apiladas. Y la ración de pancakes para el desayuno, en muchos lugares consiste en cuatro enormes ejemplares, con sirope, crema y otros toppings. Esto habla del exceso y de la opulencia, ¿no es así? Y también de ansiedad, me parece”.

Almudena, la protagonista de su nueva novela, se traslada a Londres, donde tiene que crear nuevos vínculos con la comida, los objetos y las personas. La autora utiliza de ese modo la gastronomía para explicar los sentimientos de extrañeza o desarraigo propios de instalarse en un país extranjero: “verse obligados a seguir una alimentación donde predominen tres o cuatro ingredientes preparados de modos que nos resulten pesados, sosos o extraños es como estar rodeados de un idioma que no entendemos bien”. Por su propia experiencia, nos cuenta cuál es “el genuino sabor”, aquel que la hace regresar a casa: “el mero olor a cebolla sofriéndose en aceite de oliva ya es indicio de algún guiso ibérico apetitoso. Y todo lo que lleve tomate y mucho aceite crudo (el salmorejo, por ejemplo), lo asocio con la comunidad imaginada que supone para mí España”.

Mercedes se siente cercana al movimiento Freegan en contra del despilfarro de alimentos en nuestra sociedad de consumo, tanto que se considera una de ellos “aunque sea a tiempo parcial”. “El otro día encontré en la basura una bolsa de manzanas rojas impecables: solo había dos deterioradas, que tiré, pero el resto las asé y me las comí”, nos cuenta, y le llama la atención como esos actos representan una provocación para mucha gente, “nunca pensé que llegase a escandalizar a nadie con acciones tan inocentes, pero veo que así es, y eso habla mal de nuestra sociedad, que se ha convertido en un hervidero de nuevos ricos”.

A esta escritora le gusta cocinar y disfruta compartiendo sus creaciones culinarias con otros: “en general, no soy muy generosa: no me gusta enseñar, transmitir conocimientos; tampoco cuido a seres vivos, ni personas ni animales ni plantas, así es que me doy cuenta de que solamente al cocinar pongo en marcha una cierta generosidad que guardo por ahí dentro”, y cuando le preguntamos por las nuevas tendencias gastronómicas que tanto furor hacen en nuestro país las achaca al marketing. “De repente, gente cuya alimentación consistía básicamente en lomo embuchado, potaje y chuletillas de cordero –ojo, me parecen riquísimos productos– ahora de repente no pueden vivir sin su rúcula o wasabi”. Opina que muchas veces se trata de estrategias superficiales como renombrar un plato o simplemente cambiar la forma de preparar y presentar un producto, y cree que hay mucha ideología por medio en este tema, “no querría posicionarme como la defensora a ultranza de las fabes con almejas, cerrada a cualquier otra propuesta, un poco facha culinariamente hablando; pero también veo ridículo mirar por encima del hombro a quien no ha integrado el maki en su dieta habitual. ¿Qué quedará de todo eso? Quizá no lo vean mis ojos”.

Texto: Sheila R. Melhem · Foto: detalle de la portada de El genuino sabor.

Las fronteras del sabor. Mercedes Cebrián