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Cirque du Soleil

Historias circenses

“La historia es una excusa para contar todo lo demás”, comenta Adrián González, director de comunicación de Cirque du Soleil en Europa, sobre el guion del último espectáculo que traen a la ciudad, Kooza. Entrevistamos a uno de los artistas, Jimmy Ibarra, que literalmente, “se la juega” cada noche y, al salir vivo, lo primero que hace es contarlo.

Kooza(significa ‘caja’ en sánscrito), y uno de los montajes más recientes de la compañía, pero ya les ha dado tiempo a pasar por el Royal Albert Hall o a escapar del tsunami que azotó Japón. Tuvo que ser complicado hacer las maletas, porque Kooza necesita 62 tráileres para trasladar la pequeña ciudad/circo en la que trabajan 162 personas. Entre la “troupe” de artistas –un tercio del total- se encuentran antiguos gimnastas olímpicos de los países de Europa del este o familias que no conocen un pasado alejado de la carpa. “Los hermanos que hacen el truco del alambre son la octava generación nacida en un circo”, recalca Adrián. Las familias abundan tanto dentro de Cirque du Soleil que hasta viajan con un colegio itinerante para que los hijos de los equilibristas, funambulistas o contorsionistas puedan seguir el hilo educativo allá donde vaya el circo.

“Una vuelta al mundo con la gira suele durar una década”, cuenta Jimmy Ibarra, la estrella de uno de los números más espectaculares de Kooza, la Rueda de la Muerte. Para Jimmy, el enorme péndulo de 725 kilos en el que ejecuta sus trucos desafiando a la gravedad es más parecido a un Ferrari que a una rueda. Resulta comprensible esta percepción teniendo en cuenta que el enorme aparato alcanza los 40 kilómetros por hora. De momento, tanto Jimmy como su compañero, Ronald Solís, son irreemplazables, puesto que se erigen como los únicos capaces de controlar este peculiar artefacto. Jimmy, el ‘jefe’ de la rueda, nació en Medellín, Colombia, hace 32 años. En su cara se pueden ver algunas cicatrices, recuerdo de toda una vida dedicada al equilibrismo.

 

¿Cuándo empezaste en el mundo del circo? Yo estoy en el circo desde los cinco años. Pertenezco a la tercera generación, después de mi padre y mi abuelo. Antes de este truco hice el trampolín y un poco el trapecio. Pero era muy malo (risas). Ya a la edad de los 12 ó 13 años me empezó a gustar el acto de la rueda.

¿Cuantos años has tardado en perfeccionar el número de la Rueda de la Muerte? Ponle diez años, más o menos. Cada año me pongo la meta de entrenar un nuevo truco y eso lleva tiempo, porque tienes que conocer bien la rueda, no basta con hacer simplemente la acrobacia. Lo que yo hago es estudiar la velocidad que puede llevar la rueda, cuánta fuerza tiene en ese momento, el peso de mi cuerpo, cuántos segundos se demora mi cuerpo en el aire... Todo eso requiere un tiempo y mucho entrenamiento.

Durante todo este tiempo, ¿has tenido algún accidente grave? He tenido un par de accidentes de los cuales, gracias a Dios, he salido muy bien librado. En cualquier caso creo que el amor a lo que haces, al trabajo y a recibir los aplausos del público te motiva para continuar.

Te la juegas en cada actuación, y tenéis 300 al año... ¿Eres consciente de ello o te acostumbras a este tipo de riesgo cotidiano? Soy muy consciente del grado de peligrosidad que genera este acto pero lo disfruto cada noche. Estoy seguro de lo que hago y me siento un profesional por los años que llevo haciéndolo. Muchas personas me dicen que estoy loco y yo les contesto: ‘si estuviera loco, no lo podría hacer”, porque esto requiere poner los cinco sentidos en ello. De lo contrario, el fallo puede venir en cualquier momento.

¿Qué se siente al saltar desde la rueda, a 16 metros del suelo y sin ningún cable que te sujete? Probé a tirarme en paracaídas y fue una experiencia muy similar. Hay un punto en el péndulo en el que cronometro mentalmente el tiempo, y son tres segundos en los que siento que mi cuerpo está volando.

¿Tienes algún tipo de ritual antes de salir? Yo me encomiendo mucho a Dios. Soy muy creyente y siento que tengo muchos ángeles, uno de ellos mi padre. Creo que si no hubiera sido por “ellos” no habría superado mis dos accidentes. Hay una creencia circense general en que todo el que trabaja en el circo siempre va acompañado de un ángel, porque siempre salimos bien librados de los accidentes. Además, antes de salir al escenario llamo a mi esposa. Y al terminar el show vuelvo a telefonearla para decirle “todo salió bien”.

Además eres imprescindible para que el número se lleve a cabo. Ahora ésa es una de las partes importantes de mi trabajo, entrenar a una tercera persona para que en un futuro, cuando nosotros decidamos cambiar esta vida de circo, puedan venir a reemplazarnos. Es importante seguir la legacía, enseñándole a alguien todo lo que tú aprendiste en años. Para elegir a la persona que se lo merece dejo trabajar a mi sexto sentido. El circo tiene mucho ojo para encontrar a las personas correctas.

¿Cómo es vivir en un circo como éste? El estilo de vida en Cirque du Soleil es muy bueno porque te trata como a un artista... Vives en un hotel de 5 estrellas, se preocupan mucho de tu vida personal y de que te adaptes a la ciudad. No es se trata solo de trabajar o hacer acrobacias, sino de que te adaptes a lo que estás haciendo.

Texto: Ignacio Urquijo. Foto: ensayo de la rueda de la muerte, del espectáculo kooza, por cirque du soleil.

Kooza· Cirque du Soleil · Le Grand Chapiteau (Paseo Puerta del Ángel, S/N) · Del 6 de marzo hasta mayo.

Kooza , de Cirque du Soleil: historias circenses