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Colo, un cómic, un premio

Hombre, no se puede decir que sea un dibujante novato. Pero Jesús Colomina Orgaz, "Colo",  ha ganado la segunda edición del Premio Internacional de Cómics Planeta de Agostini con el primer cómic que publica. Eso es puntería.

No es nuevo en el oficio porque tiene una trayectoria con bastante relieve como ilustrador e historietista. Estudió en la Escuela Superior de Dibujo Profesional, ha realizado trabajos de animación para la serie Goomer de Ricardo y Nacho (y ha colaborado con ellos en El Mundo), ha creado la tira Trucharte para el magazine Menos 20, también la tira Blacky para la revista Ser Padres, hace ilustraciones para Cosmopolitan y Ongs, ha trabajado como historietista en 10 Dedos (que edita Dibbuks) y en el libro Guía de Sensibilización contra la explotación sexual (editado por Mujeres Progresistas) y lleva unas dos décadas en el oficio de la ilustración de publicidad. ¡Ah! Y colaboró en un número de El Duende. No está nada mal. El libro con el que tan exitosamente se estrena como autor de cómics es De perros y huesos, que narra las vivencias de un grupo de buscavidas en el barrio de Lavapiés.

De perros y huesos es una historia de unos buscavidas (drogadictos, choricillos, policías...) que viven en Lavapiés. ¿Cómo decidiste el motivo del cómic?

Pues necesitaba descansar de la última historia que dibujé, que fue muy larga y densa, así que viendo American Gangsters, de Ridley Scott, pensé que sería divertido hacer algo de género negro, pero contado desde aquí, castizote. Quería hacer algo con las características de una película de Hollywood pero que se alejara de los estereotipos que tienen estas películas y de la iconografía tan reconocible que solemos ver en ellas. Pretendía ser algo que me relajase. Así arrancó la historia.

¿Cómo te documentaste sobre los bajos fondos urbanos (no sé si estás familiarizado con ellos...)?

Bueno. Viví hace 20 años en Lavapiés y por aquel entonces conocí a muchos buscavidas que se montaban sus triquiñuelas para salir adelante, así que es una realidad con la que estoy relativamente familiarizado, sí. Siempre me ha gustado hablar con la gente, he tenido mucha curiosidad por la vida de las personas, por ver quién es cada uno y qué piensa cada uno, así que soy muy permeable y me empapo con facilidad de las realidades que me voy encontrando por el camino. 

La historia ocurre en el barrio de Lavapiés. ¿Qué tiene Lavapiés para sembrar en ti este interés artístico?

Principalmente tiene vida. Lavapiés es un barrio situado en el centro de Madrid, pero es una microcultura diferente a la que podemos encontrar en el resto de la ciudad. Es un barrio obrero y antiguo que tiene en sus raíces una forma de relacionarse entre sus vecinos, un tejido social, muy alejado del individualismo que se ha ido imponiendo fuera de él. Hay algo tribal es esta forma de relacionarse que me gusta mucho. Al ser un barrio humilde en el que las personas han tenido que buscarse las lentejas como han podido, además, ha desarrollado una ausencia de prejuicios y una empatía entre ellas que no se ve en otros lugares de la ciudad. Creo que Lavapiés es algo así como la aldea de Astérix, y que en lugar de resistir a la ocupación romana, se enfrenta a los esquemas que el sueño europeo parece haber sembrado con tanto éxito en todas partes. El resultado es un lugar donde la vida se expresa de una manera mucho mas orgánica, mucho más emotiva y visceral que en otros sitios, en los que las personas andamos mas hipnotizadas con ese modelo europeo que te comentaba.

¿Los personajes están basados en individuos reales?

En parte, sí. Todos tienen características en ellos de personas que conocí, pero cada uno no se corresponde con una sola persona. Es una suma de varias. La realidad me parece una fuente de inspiración increíble y hacía mucho tiempo que tenía en mente hacer una historia basándome en esas personas que conocí siendo chaval, así que fui incorporando en personajes ficticios características de personas reales. Me refiero, claro, a características psicológicas. Nunca conocí a nadie que matara a la gente con un cuchillo, los descuartizara y los metiera en bolsas de plástico. Ese es el personaje.

¿Ellos cobran vida para ti cuando los pintas? ¿Cuál es tu relación con ellos?

Sí, cobran vida. Trabajo sin guión alguno. Me hago una idea muy básica del universo en el que se va a desarrollar la historia y voy dejando que cada personaje salga a escena y se desarrolle como desee. Nunca le digo a un personaje lo que tiene que decir o hacer, me limito a adoptar un rol de espectador y a seguir sus pasos para ver qué hace cada uno, como se desenvuelve y qué intereses persigue. Esta forma de trabajar hace que me relacione con los personajes igual que con cualquier persona real en el sentido de no considerarlos de mi propiedad, así que me convierto en un simple acompañante en el proceso vital del otro.

Lo bueno de hacer las cosas de esta manera es que los personajes te van sorprendiendo. Te enseñan cosas que no conocías o te muestran paisajes internos que ignorabas que estaban allí. Esa experiencia me encanta precisamente por ser consciente de la inexistencia del personaje, por saber que es una proyección en el papel de cosas que uno tiene que ir ordenando por dentro para que tengan un sentido al ser proyectadas y ahí no puedes hacer trampas ya que si las haces el personaje se cae, se queda vacío. Se muere, vamos.

¿Tienen futuro los personajes de este cómic o su vida acaba en la última página de De perros y huesos?

Pues es un misterio, la verdad. Hay algo curioso en ellos que me gusta mucho y que me parece que es un buen indicador de que poseen cierta vida y autonomía. Algunas personas que han leído la historia me han comentado que les gustaría seguir leyendo más acerca de ellos, que se han quedado con ganas de saber qué pasa después con los que siguen vivos. A mí, como autor, me ha sucedido lo mismo, así que pensé en la posibilidad de hacer otro tomo para ver las cosas que aún tienen que decirme esos personajes y creo que es una posibilidad muy real, ya que algunos de los personajes me siguen hablando y tengo la sensación de no haber terminado de recorrer el camino con ellos. De momento, estoy haciendo otra historia totalmente diferente, en otro universo distinto, que calculo me va a llevar unos tres años de trabajo y con la que estoy cambiando de registro con respecto a De Perros y de Huesos, pero después no sé lo que va a pasar. Tal vez me plantee retomar a estos personajes o tal vez empiece otra historia que no tenga nada que ver con las que he hecho hasta ahora. Supongo que esperaré a ver lo que me pide el cuerpo.

¿Tienes algún mensaje que quieras transmitir?

No lo sé. Es una pregunta estupenda. Yo nunca había publicado nada, prácticamente. Hacer cómics es una manera que tengo de utilizar un medio que me apasiona para conocerme a mí mismo, para ordenar en ellos los contenidos que de alguna manera no están bien ordenados o trabajados en mí, pero nunca pensé en ver publicada alguna de mis historias. Vivo el proceso creativo como una experiencia personal y no como un medio de comunicación con otros de manera que no hay realmente algo que transmitir. En el caso de esta historia, he podido abrir canales en mi conciencia que favorecen la empatía. Uno tiende a juzgar a las personas que va conociendo con demasiada ligereza. Hay un mecanismo en la conciencia que pretende ahorrar energía en las operaciones que realiza, así que resulta mucho más cómodo meter en el saco de los "buenos" o los "malos" a las personas que nos vamos encontrando por el camino, que reflexionar sobre ellas y tratar de conocer quién es el otro en realidad. Cuando etiquetamos a alguien pretendemos ahorrarnos el desgaste que implica conocerlo. La cosa funciona. Es muchísimo más rápido y práctico, pero también te pierdes una parte enorme del proceso vital del otro, de su experiencia personal, así que uno adquiere un conocimiento del mundo y del ser humano mucho más limitado y estrecho. Me parece que los personajes de este cómic andan en equilibrio entre esos sacos de los buenos y los malos, así que si uno empatiza con ellos tal vez podría pensar en relacionarse con ese vecino tan molesto, que parece tan problemático, de una manera diferente a como lo hace habitualmente. Al final, lo que importa, es lo que uno hace en el mundo. Lo que uno se encuentra en el papel, al hacer un cómic, sólo es una pista del camino a seguir, pero si no se lleva al mundo, termina siendo papel mojado.

¿Cómo valoras este premio que te han dado? ¿Contabas con ganarlo? ¿Qué significa para tu carrera?

Bueno. Me parece un honor, claro. Creo que el jurado fue muy valiente al apostar por un novato como yo, por un perfecto desconocido, así que me siento muy halagado y agradecido por la confianza que depositaron en mí. Cuando me presenté tenía la sensación de que la historia les podría hacer gracia, pero nunca imaginé que fueran a darme el premio. A ese concurso se presenta gente buenísima, que conocen en profundidad el medio y son unos narradores y unos dibujantes espectaculares con los que no puedo ni soñar compararme, de manera que la sorpresa fue mayúscula. Para mí carrera, si la historia continúa funcionando tan bien como lo ha hecho hasta ahora, va a significar que los editores puedan sentir curiosidad sobre lo que esté haciendo y me abra algunas puertas, así que estoy muy contento, claro.

Se ha destacado de tu cómic que tiene un argumento muy elaborado. ¿Los cómics suelen tener un contenido más liviano que el tuyo? ¿En un cómic tienen la misma importancia la parte dibujada que la historia (o historieta) argumental?


Pues hay de todo. Hay muchas historias hechas a la carta, siguiendo unos patrones que marca la propia industria y con contenidos muy básicos y otros con una elaboración exquisita y unos argumentos maravillosos. Esto sucede tanto en los guiones como en el dibujo. Lo genial del medio es que no hay una fórmula concreta para hacer las cosas bien, que cada autor busca su propia manera de hacer y los resultados son de lo mas dispar, así que hay un abanico enorme de posibilidades que un lector puede encontrar en las estanterías de las tiendas de cómics y dependerá de sus gustos o de su sensibilidad que se incline por un tipo u otro de historias. Es un medio muy grande y en el que cabe de todo.

¿Cómo se hace un cómic: primero visualizas gráficamente a los personajes o primero se te ocurre la historia y luego ya les pones caras a sus protagonistas?

En mi caso me dejo guiar por el instinto. De Perros y de Huesos nació por una visión que tuve de una de las escenas del final que me resultó muy atractiva y a partir de ahí me dediqué a ir tirando del hilo para ver qué había detrás, para ver cómo se desarrollaba la cosa y qué personajes intervenían en ella.No tengo un sistema de trabajo muy convencional. Me gusta improvisar y ver lo que va pasando, pero lo normal es pensar en la historia primero y luego ir dibujando los personajes y las páginas basándose en el guión que se haya escrito. Lo que sucede conmigo es que lo que me gusta es, precisamente, no saber nada de la historia o de los personajes mientras trabajo, así que me la juego, empiezo a dibujar y me siento a ver si lo que va saliendo me engancha o no. Si me engancha, el trabajo sigue adelante, y si no, pues me aburro de él y lo abanndono.

¿Cuánto tiempo te lleva hacer un cómic?

Depende de la historia. Cuando empiezo una hago un pacto conmigo mismo en el que fijo un número de páginas aproximado y unos parámetros básicos que voy a respetar dentro de lo posible. Luego me dejo llevar teniendo esos parámetros en la cabeza. De perros y de Huesos me ha debido llevar un año de trabajo, aproximadamente, pero mi anterior historia, que era mucho más compleja y en la que tenía menos experiencia como autor, me llevó ocho añitos de curro. En la que trabajo actualmente me he propuesto que tenga 300 páginas y dedicarle unos 3 años de trabajo, pero hasta que la cosa no avance no sabré si va a ser así. Puede que salga más cortita o más larga, o puede que tarde más o menos en terminarla.

¿Trabajas en varios proyectos al mismo <ftiempo o te concentras en uno?


Trabajo sólo en uno. Cuando empiezo un proyecto intento disponer de toda la energía posible para volcarla en él. Mi sistema de trabajo, que se basa en la improvisación, me requiere una cantidad de energía enorme si lo comparo con el sistema habitual de trabajar, en el que cuentas con un guión escrito y trabajas más relajado al saber qué va a ir sucediendo. Por mi forma de ser, por mis gustos a la hora de hacer cómics, trabajar con un guión previo, terminado, hace que no sienta curiosidad por la historia así que termina aburriéndome el proceso y me agota. Sin embargo, improvisando me sucede todo lo contrario. Preciso de muchísima más energía para acometer la obra, pero esa energía se retroalimenta y termina por montarse un circuito cerrado en el que cuanta más energía metes, más te vuelve. Es un proceso precioso.

¿Guardas todos los bocetos que haces o el material provisional lo destruyes al terminar?

Pues no hago bocetos de nada. Ni siquiera de los protagonistas. Aparecen en una viñeta y ahí se quedan para toda la historia. Soy un mal ejemplo de como se debe trabajar, je.

¿Prefieres el cómic tintado en color o también te gusta el blanco y negro?

Son registros diferentes. Como lector me es indiferente y encuentro historias buenísimas tanto en color como en blanco y negro, pero como autor me siento mucho más cómodo con el color. Creo que mis dibujos en blanco y negro no son gran cosa, así que con el color puedo vestirlo todo un poco mejor y el resultado me parece más curioso.

Colo, el autor de De perros y huesos.

El cómic no suele clasificarse dentro de las Artes Plásticas. ¿Se debería hacerlo?

Bueno. El cómic suele ser un medio que no está muy bien tratado en ese sentido, la verdad. Aún hay que pelearse el simple hecho de clasificarlo como arte, y me da la sensación de que se comparan los cómics con otros medios utilizando distintas varas de medir. Si comparamos clásicos del cómic, como Corto Maltés, con el típico cuadro del ciervo bebiendo agua, ¿podemos llegar a la conclusión, entonces, de que la pintura no se puede catalogar como arte? ¿Y en ese caso qué hacemos con Picasso? ¿Nos lo cargamos como artista? El cómic es un medio popular, con un lenguaje de síntesis que permite contar historias complejas y con significado y el hecho de encontrar en ese medio historias horribles no le resta credibilidad al medio en si. Es un arte muy joven aún. Imagina las historias que se habrán hecho dentro de 3 siglos. Yo tengo la seguridad que dentro de ese tiempo habrá cómics que se analicen y se disfruten igual que cualquier cuadro o que cualquier obra musical.

Dices que creas tus historias porque no las encuentras por ahí. Entonces, ¿produce el mismo efecto crear la obra que uno hace que disfrutar con la que hace otro?

En mi caso son cosas muy parecidas. Al leer la obra de un autor voy entrando en el universo que me presenta y viendo qué cosas les suceden a sus personajes. Eso me lleva a emocionarme o a entristecerme según el autor haya desarrollado su obra. Con las historias que yo hago me sucede algo parecido a causa de mi forma de abordarlas. Nunca se qué va a pasar en la siguiente página ni lo que va a decir un personaje, igual que cuando leo la obra de otro, así que es una sensación muy particular. En cualquier caso son cosas diferentes. No es lo mismo ver una corrida de toros desde tu casa que salir al ruedo, claro, y con las historias que hago sucede lo mismo. El hecho de hacerlas hace que tengan mucha más intensidad para mí de lo que seguramente tendrá para el lector. Y más aún si tengo en cuenta que el lector va a dedicar un par de horas a leer la historia mientras que yo le habré dedicado muchísimo tiempo a hacerla y, claro, tienen más carga emotiva. 

Dices que tú no eres un profesional del cómic. Pero, ¿te gustaría ganarte las lentejas con eso?

Depende del precio que tenga que pagar por ello. Si para vivir del cómic tengo que renunciar a mi manera de hacerlos, a mi sistema, entonces no me interesa demasiado. Sin embargo, si puedo seguir contando las cosas que me gustan, las que me interesan, trabajando a mi ritmo y según mis patrones, entonces me parece muy bien. En realidad trato de no poner precio a mi pasión por los cómics. Los hago por que me conectan conmigo mismo. Si pensara en una recompensa externa por hacerlos, esa conexión se debilitaría y creo que las historias que haría serían algo muy alejado de lo que me gusta hacer.

Dices que no haces cómic para publicar. Pero, ¿cómo afecta la publicación de una obra a al vanidad del artista?

Pues mucho más de lo que imaginaba. Creo que el psiquismo es muchísimo más débil de lo que uno piensa y en mi caso me ha desequilibrado bastante más de lo que podía pensar. Es muy curioso. Yo no me considero un artista, me veo más como un alquimista que mediante un trabajo con materiales, como el lápiz y el papel, voy ajustando las cosas que no encajan del todo dentro de mí. Sin embargo, ves tu obra publicada, la gente o la crítica habla bien de ella y te salta como un resorte una voz que te empieza a dar jabón, así que hay que tener mucho cuidado para no caer en tu propia trampa. La mirada externa, lo que uno cree que los otros perciben de uno, es algo con una fuerza impresionante. Uno tiene su centro de gravedad, un eje en torno al que giran el resto de cosas en ese ámbito, y puede haber trabajado ese centro de gravedad, conocerlo bien y tener muy claros los motivos que le mueven o incluso ser tan consciente de ese centro que puede ajustar las cosas que van apareciendo para que orbiten en torno a ese eje, pero, de pronto, te publican algo y esa mirada externa que te comentaba es tan potente que te saca de tu centro de gravedad sin que te des cuenta. A todo el mundo le gusta que le acaricien el lomo y le digan lo guapo que es, así que ese mecanismo es muy listo, el puñetero, por el hecho de atacarte con armas que uno no ve como ofensivas. Es como la vieja alegoría del regalo envenenado, en la que el envoltorio resulta maravilloso pero lo que porta puede destruirte. Mi psiquismo es muy débil y tengo esa tendencia a la vanidad, a necesitar ese reconocimiento publico para compensar alguna carencia personal, pero también tengo la experiencia del contacto con lo sagrado que hay en uno, que en mi caso se me evidencia al hacer mis dibujitos, así que trato que esa experiencia, esa sensación de sentido, ese algo sagrado, sea lo que opere con naturalidad mientras que a la vanidad la tengo vigilada, para ver qué va haciendo. Es algo apasionante.

Eres publicista. ¿Qué te aporta trabajar con cómics que no te aporta la publicidad y viceversa?

En el campo publicitario hay una cualidad estupenda y única. En él uno le toma el pulso al mundo y percibe con claridad hacia dónde van las cosas, el tempo, el ritmo en el que se mueve el planeta en el momento. Es un medio con una sensibilidad finísima que sirve de indicador para saber dónde estamos. Cuando viajo y salgo a otro país, para saber en qué anda la gente, qué ronda por sus cabezas, no leo la prensa o visito los lugares de interés, lo que hago es ver su publicidad por que en ella se reflejan sus modelos felicitarios, las cosas que la gente ensueña y que la publicidad tiene la capacidad de detectar. No es cierto que la publicidad cree esos modelos, que cree las modas o las tendencias, lo que hace es descubrirlos y hacer manifiesto aquello que era tácito, así que en ese medio encuentro una conexión con el mundo que en los cómics no percibo. En los cómics, por el contrario, lo que encuentro es la conexión conmigo mismo, con lo que me interesa o lo que me pasa. Así que la cosa se equilibra bastante. La publicidad me conecta con el mundo y me impide convertirme en un ermitaño y los cómics me hablan de mí y me ayudan a que mi mirada no se externalice demasiado.

También haces tiras para un periódico. ¿En qué se diferencia eso de hacer cómic?

En el tamaño. En las tiras de prensa tienes tres o cuatro viñetas para contar algo y en los cómics tienes muchas páginas. En las tiras estás obligado a buscar lo esencial de lo que pretendes contar y tienes que renunciar a todo lo superfluo, a todos los adornos, si pretendes que la tira funcione. Las tiras son una escuela increíble por eso mismo, por que en ellas aprendes a sintetizar al máximo las cosas, ir a lo esencial.

Hay quien te compara con Tarantino y con los hermanos Coen. ¿Por qué crees que es eso?

Por que son gente inteligente y me han descubierto, jeje. Me encanta el cine. Estudio la obra de algunos directores y me quedo lo que más me gusta de ellos para incorporarlo a mis cómics, igual que hago con muchos dibujantes, músicos o escritores. Les debo mucho a Tarantino, a los Coen, a Brian de Palma, a Alan Parker o a Ridley Scott. El ser humano es un bicho que acumula la experiencia de sus antecesores. No creo que nadie pueda empezar por sí mismo la historia desde cero y ponerse a inventar la rueda, así que trato de asumir esa condición y ver qué han hecho mis maestros de antaño, qué herencia me han legado y aprovechar su experiencia en la medida de lo posible. En la historia que estoy haciendo ahora me estoy apoyando en dibujantes de cómics como Horacio Altuna o Juan Giménez y en directores como Ridley Scott. A ver lo que sale.

Dices que tienes muchas novelas gráficas acumuladas, pero que aún no han salido a la luz. ¿Por qué? ¿Eres un autor inseguro?

Sí, completamente. Siempre he sentido pudor a la hora de ponerme en contacto con los editores. Me ha dado la sensación de estar vendiéndoles la moto, así que nunca he sido muy dado a dejarme ver por los circuitos comiqueros. Además, las obras que tengo guardadas tampoco deben ser una maravilla, ya que los editores que han visto alguna no han mostrado especial interés en publicarlas. Supongo que se quedarán ahí, esperando a que alguien considere que es el momento de hacer algo con ellas, si se llega a dar el caso. Me parece muy bien. Haciéndolas he aprendido muchísimo y siento mas curiosidad por lo que haré en el futuro que por ver qué pasa con las cosas que hice.

Las adaptaciones al cine del cómic cada vez son mejores. ¿Crees que corremos el riesgo de perder la viñeta de siempre? ¿Te gustaría ver tu cómic en la gran pantalla?

No creo que la viñeta de siempre corra el riesgo de perderse, no. El cómic es un lenguaje diferente al del cine, son medios distintos y cada uno aporta cosas distintas. Lo que sí está sucediendo es que ya no son medios impermeables y se van inspirando mutuamente. Está muy bien que esto suceda, que se retroalimenten el uno al otro y se sumen las distintas experiencias. ¿Mi cómic en la gran pantalla? Caramba. Podría estar muy bien. No se me ocurre quién podría dirigir esa película. Tendría que ser un director español, supongo, por el hecho de ser una historia castiza ¿Alex de la Iglesia? ¿Cuerda?. Si fuera un director de otro país debería moverle el mismo mecanismo que me movió a mi a la hora de plantear una historia de gangsters sin la ambientación que suelen tener. ¿Crees que a Martin Scorsese, que maneja como nadie los ambientes gangsteriles, le podría interesar hacer algo en el barrio de Lavapiés? ¿A Coppola? Sería divertidísimo ver lo que hacen con los personajes.

¿Los dibujantes de cómics sois dibujantes sensu estricto o es otra cosa?

Me parece que somos otras cosas, además de dibujantes. También tiene uno algo de escritor, de músico o de director de cine. Son varias cosas a la vez, pero sí me parece que el dibujo suele ser lo que más sobresale de todo, o al menos es la base desde donde uno empieza a construir.

He oído que existe censura en las editoriales de cómic. ¿Tú crees?

Pues no lo sé. No creo que se pueda tomar como tal. Un editor, cuando publica una obra, va a arriesgar su dinero al hacerlo y me parece normal que tenga una opinión sobre esa obra que va a publicar o que pueda sugerir al dibujante algún enfoque concreto de algunos puntos de la historia, pero al final, el autor es el que decide la dirección que desea tomar para su trabajo. Que el editor continúe interesado o no en sacar esa obra me parece que debe ser su privilegio. En mi caso, que soy un novato con una obra de 181 páginas publicada por una de las grandes editoriales, no me he encontrado con ese tipo de situaciones. Cuando presenté el trabajo terminado esperaba algún comentario por parte de la editorial, pero no cambiaron ni una sola coma en todo el volumen. O les pareció bien tal y como estaba o decidieron respetar mis fallos o las cosas que no les gustaban. Con la portada pasó algo curioso. Yo no tenía ninguna idea que me apasionara realmente. Me parecía que no acababa de encontrar la portada que encajara totalmente con la historia. Sandra de Lamo, que por aquel entonces era la editora de la línea, me sugirió una idea para la portada. La idea tampoco me entusiasmaba, pero pensé que ella era la editora y que tenía muchos más conocimientos sobre el mundo editorial que yo, que sabía lo que hacía. Me pareció correcto delegar esa decisión en ella y es lo que hice. Creo que al final se trata de encontrar un equilibrio entre los intereses de la editorial y los del autor. No me parece que se deba considerar que el autor trabaja para la editorial ni todo lo contrario. Prefiero una fórmula en la que los dos trabajen juntos mano a mano.

¿Mortadelo y Filemón o Zipi y Zape?

Mortadelo y Filemón. Ibáñez me parece un maestro.

¿Astérix o Tintín?

Los dos.

¿Garfield o Snoopy?

Ninguno.

Colo, un cómic, un premio