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“Días Estupendos”. Foto David Ruano

Alfredo Sanzol

Hacer queriendo

El dramaturgo Alfredo Sanzol cocina fast food a fuego lento. Platos gourmet a 2,99 euros. Atraviesa la fragilidad del alma humana sin analgésicos ni epidural. En estilo directo. Ágil. Días antes del estreno de su obra Días estupendos, Sanzol descubre la realidad desde su particular caleidoscopio escénico.

¿Qué le inspira más: Google o Harold Pinter? Google es el instrumento que me permite viajar hacia rutas escondidas de mi memoria. Y Pinter me indica cómo llegar.

Estamos en crisis, vamos a hacer comedia... No exactamente, pero la sinceridad provoca que no puedas desvincularte de la realidad. La intimidad y el drama social son indisolubles...

Un texto que siempre haya querido dirigir... Me encantaría adaptar La Isla del Tesoro, pero soy consciente de que el viaje está en el libro. La novela y el teatro son dos géneros muy diferentes y al combinarlos se corre el riesgo de acabar como en el chiste de los ratones de biblioteca: -"¿Te ha gustado la novela?" ...-"Prefiero la película", responde el otro roedor mientras mastica hojas del libro.

¿Entre belleza estética y un buen guión? Es imposible hacer una buena obra con un mal guión. Sin embargo, se puede estropear una obra a partir de un texto brillante. El texto se convierte en una de las múltiples herramientas escénicas que tengo a mi disposición cuando escribo historias.

 ¿Ha amortizado sus estudios de derecho en el teatro? El derecho utiliza un lenguaje estructurado y limpio. Formas estilísticas en perfecta armonía con mi teatro. Yo transmito de forma directa y, en parte, es herencia de mis años como estudiante de derecho. Por ejemplo, la lectura del código civil me parece un auténtico placer...

¿Escribe sobre boceto o la inspiración siempre le pilla trabajando? Comienzas a escribir sobre un personaje, un recuerdo, una situación, un comentario que descubres en Google... Lo realmente complicado es agarrar la punta del hilo, después sólo hay que tirar...

Y la obra surge sola. Hay una falsa tentación que es pensar cómo tienes que hacerla. Y eso nunca se sabe hasta que no estás sobre el terreno, porque cada obra tiene su propia personalidad, su propio cuerpo, forma...

¿Alguna "excentricidad preestreno"? No soy supersticioso. Me gusta llegar al teatro descansado y eso sólo se consigue cuando eres consciente del trabajo bien hecho. Y no creer que eres el discípulo de la providencia divina.

Días estupendos trata sobre la hipócrita y efímera felicidad de la época estival... Sartre decía que no hay que hacer lo que se quiere sino querer lo que se hace. Creo que las dos frases son complementarias. Se necesitan. Yo soy muy fantasioso y me suelo quedar colgado en deseos. Pero después pasas a la acción y desarrollas tus sueños. Soy caótico, pero, al final, hay momentos en la vida para delirar y otros para actuar...

La obra habrá sido un éxito si... Me daré por satisfecho si consigo que los espectadores, tras la función, aprecien la realidad con diferentes ojos. Me gusta que el teatro provoque en mí esas sensaciones...

Texto: Rebeca Queimaliños. Foto David Ruano.

Días estupendos, la tercera parte de su trilogía que se completa con Risas y destrucción y Sí, pero no lo soy. Teatro Valle-Inclán, Sala Francisco Nieva. Del 23 de septiembre al 31 de octubre.

Alfredo Sanzol: hacer queriendo