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Foto de un montaje de la Cia. Teatro de Los Sentidos

Enrique Vargas

Jugar con miedo

Juego, arte y trabajo son las claves de la dramaturgia sensorial que proponen los chicos de Enrique Vargas. Su compañía, Teatro de Los Sentidos, con sede en Barcelona, retoza en el imaginario individual y las emociones de alta descarga.

Las respuestas, que andaban desaparecidas, han llamado al timbre, se han abalanzado sobre el escenario, se escurren en la butaca. La obra no son ellas, es el público. El Teatro de los Sentidos es la última travesura teatral que Enrique Vargas (Manizales, Colombia, 1940) materializó hace años en una compañía de vanguardia y bandera que se recrea en el instinto y en la percepción. "Toda sensación es la forma de perseguir la entrada en mayor o menor grado a un afecto, a un sentimiento. No hay percepción sin sentimiento, es lo que da color a lo que percibes, a lo que sientes. El mundo que uno siente es el verdadero", explica Enrique. No son necesarios radares para llegar a las verdades inmanentes, la única terapia aceptable para este grupo de artistas cosmopolitas es el recreo:"Todas nuestras obras plantean un juego y ese es precisamente el fin mismo de este trabajo. No es que estemos dando un mensaje, no se trata de eso, no es ningún sermón esotérico. Es jugar por jugar, el mensaje es secundario". Un juego que transforma al público desde dentro. "Nos importa lo vivencial. La información sólo es válida si sirve para una nueva experiencia o para profundizar en ella". Por ese motivo y desde las antípodas de lo convencional, el Teatro de los Sentidos convierte en axioma la experiencia, ante la certeza de que "la información en sí misma es algo podrido que no funciona. En todo momento nos estamos transformando, nosotros estamos muy de acuerdo con el concepto de la filosofía humanista que dice que el ser humano debe ser el creador de su propia historia. Estamos aquí para crearla, no para que nos manipulen. Vivir es eso, transformarse consciente o inconscientemente y cuando se hace a través del juego hay un margen de autonomía, una libertad en la transformación", apunta Enrique.

Cuentos sonoros, decisiones, puertas que abren laberintos y simbolismo por los cuatro costados son algunos de los ingredientes que giran en torno a su último montaje en España, La Trastienda del Polvorí. "La obra relaciona al público con su propia intimidad y con las sensaciones colectivas. No se trata de compartir algo que el público no quiera. Es sólo que, con frecuencia, no tenemos experiencia de nosotros mismos y con nosotros mismos, para valorar la riqueza de nuestra intimidad". Como en trabajos anteriores el tema de la muerte vuelve a llamar a la puerta. "La gente escoge entre los pequeños ejercicios para el buen morir o la puerta de los pequeños ejercicios para el buen vivir" -explica-, "el público tiene libertad de elección y después decide qué diferencia hay entre lo uno y lo otro, pero obviamente todo está relacionado con el miedo. Vivimos una época de miedo, pero son miedos no nombrados, difusos, poco claros. Nosotros jugamos con él. El miedo a la muerte es el miedo a la vida".

Texto: Teresa Garrido. / Imágenes: montaje de Teatro de Los Sentidos (en esta noticia) /Enrique Vargas (en foto de sumario)

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