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La Blacky. San Salvador, El Salvador, 2004. Foto: Claudia Guadarrama

Claudia Guadarrama
La Blacky

Claudia Guadarrama nació en 1976 en la Ciudad de México, es licenciada por la Universidad Nacional Autónoma de México en el año de 1999, en donde estudio la licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Publica y ese mismo año comienza su carrera como fotoperiodista. Ha sido ganadora de premios internacionales entre los que destaca Magnum Inge Morath Award 2004 en apoyo a su proyecto "Antes del Límite" sobre la vida de los migrantes indocumentados centroamericanos en la frontera sur de México, otorgado por la agencia Magnum Photos; así como, Canon Female Photojournalist Award 2005 en el Festival Internacional de Fotoperiodismo Visa Pour L'image en Perpignan, Francia. Actualmente vive y trabaja en la Ciudad de México.
La propia autora nos describe cómo llevó a cabo la fotografía de La Blacky

Era de noche, íbamos en un convoy de camionetas que avanzaban rápidamente por una brecha en total oscuridad. Sólo se podía ver el polvo que se levantaba a nuestro paso; decían que no podíamos perder de vista a los demás porque no encontraríamos el lugar. Todo era un gran caos, no sabía a dónde nos dirigíamos.
Después de varias vueltas llegamos al lugar. Era un velorio. Había muerto uno más, y todos los de la pandilla llegaban a rendirle culto y rezarle unas cuantas oraciones, como es la costumbre y fue ahí donde la ví por primera vez.
Estaba en lo mas recóndito de San Salvador, después de poco más de 24 horas de viaje por carretera desde la Ciudad de México. Ya estaba justo en el lugar y con las personas indicadas por quienes había planeado mi viaje: el territorio de la M18 o Mara 18, que es un grupo de pandilleros que viven en El Salvador. Estaba en busca de ellos, no sabía exactamente qué era lo que iba a encontrar pero nunca me imaginé lo que vi en ese momento; era un grupo de mujeres, todas orgullosamente tatuadas del rostro con las siglas de su pandilla, la M18. Fue sorprendente, esperaba todo menos eso. En ese tiempo sólo se conocían muy pocas imágenes de los maras, todos hombres y siempre en detenciones policíacas o hacinados en las cárceles. En un instante se convirtieron en objeto de mi atención y admiración, y conocí a La Blacky.
Su vida no era muy afortunada. Ella tenía 16 años, y cuatro desde que se unió a la pandilla. Ya había estado en la cárcel acusada de homicidio y en esa época vivía en un barrio pobre del centro de San Salvador, escondiéndose de los pandilleros rivales y de la policía. Sus tatuajes, que representaban su vida, al mismo tiempo la condenaban a muerte. Era un símbolo y un gran trofeo de guerra de los rivales, que la podían violar y matar para demostrar su poderío.
Después de un largo día en el que tan sólo unos instantes la salvaron de morir por tomar una decisión inesperada, La Blacky insiste en que la acompañe a su cuarto, al fondo de una oscura y deteriorada vecindad. Saca de entre sus ropas su pistola, posa orgullosa, y me pide que le tome la foto. Matar o morir sin remordimientos por la pandilla forma parte de su vida. Meses después, intenté localizarla. Nadie sabía dónde estaba. La última vez que la vi seguía fiel a sus principios y con la esperanza de algún día poder reintegrarse a una sociedad que sólo quiere su completa desaparición.

Entrevista

¿Por qué elegiste esta profesión? ¿La encontraste tú a ella o ella a ti?
Estudié Ciencias Políticas. Los dos últimos años de la carrera comencé a estudiar fotografía porque abrió una escuela cerca de mi casa. Sin proponérmelo, el destino me condujo a esta profesión. Unos cuantos días después de salir de la universidad, me ofrecieron trabajo en un periódico como laboratorista; a partir de ahí nunca he dejado de tomar fotos.

¿El fotoperiodismo está muerto? Sigue vivo y seguirá así mientras la gente necesite expresar o contar algo que está pasando. Sí se está dando una omisión en cuanto a calidad, ya a que las nuevas tecnologías están al alcance de cualquier individuo y en unos cuantos segundos cualquiera puede colocar imágenes en la web. No importa la calidad, lo que importa y genera más dinero a los dueños de los medios es la rapidez con que se cuentan las noticias y con esa dinámica prescindirán cada vez más de los profesionales.

¿Se puede vivir siendo fotoperiodista? En México ser fotoperiodista significa más amor a la profesión que retribución económica, uno está en esto por gusto. Aquí, en este país, no se valora la imagen en la mayoría de los medios impresos de comunicación. Siendo un país con un gran índice de no lectores, es una gran ironía.

¿Qué cámara te gusta llevar? Cuanto más discreta, mejor. Si es voluminosa la gente se intimida y actúa de forma diferente. En mi experiencia, cuando he traído cámaras discretas, la gente ni se preocupa porque esté ahí y puedo trabajar con mas libertad.

¿Cuántos días pasas fuera de casa al año? Aproximadamente 4 meses

¿Tienes algún proyecto entre manos? Estoy trabajando un proyecto sobre la obesidad en México.

Un deseo profesional para 2011. Seguir haciendo lo que me gusta: tomar fotografías.

www.claudiaguadarrama.com

Texto: Ángela Santafé

Claudia Guadarrama: La Blacky