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Arquipersonas y personaturas

Editorial Libro Ámbar de la Arquitectura: Rubén Arribas. Ilustración: Mr. Mourao

Hay personas que son como un edificio de Gaudí que irradian libertad, creativas y de imaginación desbordante, flexibles de alma y de cuerpos gráciles desprovistos de rigidez, que dudan por naturaleza de cualquier premisa clásica y  que piensan como el arquitecto que para hacer las cosas bien es necesario primero el amor y luego la técnica.

Las hay que son casas deshabitadas, abandonadas hasta por la indiferencia. Un triste caserón aplastado por el viento del tiempo con una acacia que esconde solitaria los aterradores secretos de la jodida infancia de aquel niño jugando sobre cascotes y litronas vacías. 

Otras son como un edificio de intenciones modernas de bello ornamento con cuarenta balcones y ninguna flor. Siempre en reformas, su hermosa fachada no sabe de poesía, ni de música, ni de amor pero inunda las miradas de pasión, deseo y ardor por habitarlas, aún tan solo una vez. Tras su belleza de medias de nailon su piel es de fresco mármol y su beso es de hormigón frío, de armonía insatisfecha de vida, como si una escultura de Bernini anduviera sin alma

Hay una que es como un alcázar; reservada bajo duro cimiento, maestro de muro sobrio que guarda sus sentimientos bajo templado techo, que escucha, nunca agasaja, cuya hermética puerta esconde un panteón con la esencia de mil historias dormidas.

Y hay otra  que sería la morada perfecta si el diablo habitara, de trazas carcelarias y orden de siniestro aburrimiento, donde no hay lugar para una mota de poesía o un desperfecto de alegría, allá donde el lirismo muere bajo la dictadura de la austeridad formal más absoluta, porque en la relación de escala que respeta no entiende que la luz tenga más importancia que el espacio.

Y hay personas, como mi madre, que es una puerta de infinito torno, un punto de fuga, un humilde tragaluz que ilumina más que cualquier vidriera, un aljibe para el niño sediento, un contrafuerte de recreo, un inmutable muro de carga aún siendo un edificio en llamas que nadie apaga.

Me gusta dibujar a las personas que construyen mi vida en servilletas y así está el centro comercial, el castillo, la biblioteca, el estadio de fútbol y hasta el rascacielos.

Y luego estás tú; basa, fuste y capitel de mi existencia.

Editorial: Arquipersonas y personaturas