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Ain The Machine. Música biotrónica

Por Javier Agustí. Foto: © Maku Lopez en Monster Studio.

Define su trabajo como 'música biotrónica': electrónica creada con el cuerpo y la voz como instrumentos, a la que le suma video, ya sea para trabajos personales o encargos publicitarios. Recientemente ha editado su primer lanzamiento, disponible online y… en casette. Hablamos con él, recién llegado de un concierto en Luxemburgo.

'Para mí, la verdadera metamorfosis se lleva a cabo en la familia del protagonista, que es la que se degrada', comenta sobre el relato de Kafka sobre el que gira esta edición. A nuestra propuesta ha presentado 'una mezcla de pieza musical, paisaje sonoro y radionovela', lo cual tiene sentido ante su autodefinición: 'me considero más un contador de historias, a través de la música, que un músico'.

Para la parte de vídeo, buscando una visión casi documental, ha contado con la colaboración de Marcela Fonseca, de la productora TepMadrid, una compatriota a la que no conocía hasta que les presentamos. Puedes acceder a la pieza que han creado, con tu móvil o tableta, usando la App de El Duende sobre la foto o bien en la web.  

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Con catorce años, Diego, nacido en la paradisíaca localidad costera de Ubatuba, en el estado de Sao Paulo, quería ser batería, pero dado el limitado espacio donde vivía se decantó por la percusión. Y un amigo le aconsejó que se hiciese experto en un versátil instrumento tradicional, el pandeiro, con el que profundizó en la esencia del ritmo. Y aunque nunca se sintió cómodo como estudiante y se considera autodidacta, tuvo grandes maestros, como Dinho Gonçalves o Roberto Angerosa.

En su caso, sintió una primera 'metamorfosis' cuando estudiaba en la escuela ULM y entró en una aula que no le correspondía, de Percusión Corporal en la que, además, creaban instrumentos con objetos. Le abrió un camino propio: 'otros percusionistas tenían congas, bongos, etc., yo tenía un set de sartenes, cacharros…'

A Diego le interesaba el cajón flamenco, por lo que su llegada a España era casi obligada. Coincidió, en el verano austral de 2003, con una rave en su ciudad, donde conoció a un grupo de gente de Ibiza que le insistieron para que viniese. Poco después saltó a Valencia y a finales de 2004 llegó a Madrid al ser llamado para representar a Brasil en un proyecto de percusiones del mundo.

En busca de un manifiesto

La película Dogville, de Lars Von Trier, le 'rompió la cabeza', cuenta. 'Investigué sobre el director y el manifiesto Dogma. Me llamó la atención que, para destacarse, crease reglas que limitaban su trabajo. Y yo, que he crecido con limitaciones toda mi vida, dije: necesito unas reglas, mi propio manifiesto'.

Siendo profesor de percusión se percató de que 'las personas cargan sus miedos sobre los instrumentos para no hacer música. Infunden respeto. Falta espontaneidad. Hoy en día si alguien saca una guitarra en una fiesta, los demás se avergüenzan. Hace años era distinto'.

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De aquí su regla principal: 'prohibido el uso de instrumentos'. Argumenta, siguiendo su razonamiento, 'que las grandes estrellas nos han distanciado de la música. A través de retratos sonoros de situaciones cotidianas yo quería que las personas tuviesen una relación activa con la música'. Esto es algo que Diego lleva siempre a cabo en sus directos, en los que pide la colaboración del público.

Por otro lado, se le exige al artista espectáculo: 'Pues venga: si queréis circo, lo tendréis', decidió. Y sumó a sus actuaciones el aparataje visual. 'Me siento casi como un deficiente físico, que tiene las máquinas para apoyarse. De ahí el nombre de Ain Themachine, separado, 50% humano y 50% máquina. Pero la tecnología es solo una herramienta'.

Para crear canciones no parte de un objeto o un ritmo: "Lo que sí tengo creado es mi banco de sonidos: por ejemplo, el ascensor de mi casa, etc. Pero no voy investigando como un loco. Es más casual", confiesa.

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El título del disco -Time to Be a Machine- es un poco broma, 'porque somos personas imitando máquinas y también una analogía pues parece que todas las conspiraciones en este mundo nos quieren llevar a vivir como ellas. También habla del conflicto entre lo analógico y digital, entre lo artesano y lo industrial, entre el esmero y la dejadez'.

'Si hoy soy músico es gracias a mi gran amigo Joao Oliveira. Nos conocemos desde niños. Hasta hace poco residía en Barcelona. Compuse los temas y Joao me ayudo allí a arreglarlos', comenta. 'Mi idea era hacer el disco yo solo, para agilizarlo.

Mi objetivo era asentar mi sonido. Pero me di cuenta de mi error y empecé a invitar a músicos, cantantes (por ejemplo, la Shica), amigos… Metí diálogos, a un bailaor, un bailarín de claqué … Hay casi cuarenta invitados de veinte países. A partir de aquí empecé a integrar paisajes sonoros, escenas'. Las voces son utilizadas en las canciones como si fuesen instrumentos. Salvo uno, 'la flauta que toca Jorge Pardo'.

A la venta en Internet ('el cedé está muerto'), en los conciertos se puede comprar en edición física: ya que había que rendir pleitesía al objeto-fetiche, prefirió una cassette (con canción extra).  

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