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Promiscuidad musical

Por Benjamin G. Rosado. Foto: Pablo Heras-Casado © Javier del Real

Se lo rifan las grandes orquestas, pero no ha querido faltar a su cita con el Teatro Real, del que ahora es es principal director invitado. Del 24 de febrero al 13 de marzo, Pablo Heras-Casado (Granada, 1977) se pondrá al frente del Klangforum de Viena para dirigir el estreno mundial de El público de Mauricio Sotelo. Basada en la obra homónima de Lorca, la ópera reflexiona sobre la libertad amorosa y artística.

¿Cómo recuerdas tu primera cita con la Sinfónica de Madrid? Intensa y estimulante. La primera ópera que dirigí en el Teatro Real, Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny de Kurt Weill, que combina rag-time, jazz, contrapunto formal y otros estilos. Todo un reto para los músicos, que se dejaron la piel en cada ensayo y función.

Regresas estos días para un estreno mundial. ¿Te van los retos? En la música, como en el amor, no hay gloria sin riesgo. Y a mí me gusta jugármela, ya sea al frente de la Filarmónica de Berlín o de la Sinfónica de Chicago. Quiero decir con esto que a la hora de elegir el programa de una ópera o de un concierto nunca he priorizado el lucimiento personal. Me atrevo con todo siempre que crea de verdad en la música que estoy dirigiendo. 

El público propone un maridaje lírico-flamenco. ¿Casa bien el resultado? La gran virtud de Mauricio Sotelo como compositor radica en su conocimiento profundo de la tradición musical española. Su aproximación a nuestro folclore me recuerda a lo que hicieron en su momento Stravinsky o Bartók con la música de su tierra. Su partitura destaca por la imbricación del lenguaje tonal al texto lorquiano, la combinación de ecos y recursos electrónicos, el diálogo entre los instrumentos y el cante flamenco… No dejará indiferente. 

¿Se han reconciliado los compositores de vanguardia con el público? Creo que ese divorcio del que algunos hablan no ha llegado a producirse. Ha habido, como en todo, artistas con mayor o menor fortuna y acierto. Pero no conozco teatro o sala de concierto que no incluya en su temporada un porcentaje considerable de compositores del siglo XX. Vengo precisamente de dirigir varias obras de Elliott Carter en el Mozarteum de Salzburgo y en marzo volveré a Madrid para hacer el Requiem de guerra.

¿Cuál es el libreto que más te conmueve? Siempre me ha emocionado la historia de amor de Orfeo y Eurídice, cuya fábula está además relacionada con el nacimiento de la ópera a principios del siglo XVII. En la partitura original de Monteverdi, que he tenido ocasión de abordar en varias ocasiones, se conjugan las pasiones amorosas y el poder redentor de la música.

¿Tu primer flechazo musical? Mi gusto musical siempre ha sido promiscuo [risas]. De pequeño escuchaba polifonía renacentista pero me interesaba también la música contemporánea. Dedicaba el mismo tiempo a Tomás Luis de Victoria que a Alban Berg, coleccionaba sinfonías de Beethoven y óperas de Verdi, admiraba a Mahler y Webern, y llegué a obsesionarme con las grabaciones de Bach en manos de John Eliot Gardiner.  

El público. Teatro Real. Del 24 de febrero al 13 de marzo

Promiscuidad musical. Pablo Heras-Casado