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Enciéndeme

Por Rubén Arribas · Ilustración Laia Arqueros

En 1997 era un recien licenciado en periodismo sin muchas perspectivas laborales. Las  calles y plazas estaban llenas de gente en un Madrid policéntrico, impregnado de noche, conciertos, dosdemayistas, cultura de baile y música electrónica. Los últimos años de carrera había trabajado escribiendo en una revista para hombres con un contenido mayormente enfocado al sexo, aunque en ocasiones consiguiera colar otras maneras de generar adrenalina como el rafting y otro tipo de 'aventuras'.

Fueron mis primeros pinitos con el periodismo hasta que la cabecera decidió apostar por el porno puro y duro y prescindir de mi retórica. Fue entonces cuando, junto a mi compañera de estudios, Esther Ordax recuperamos una idea que surgiera en la cafetería de La Facultad de Periodismo de la Complutense y nos aventuráramos a montar una empresa ligada a la cultura con el primer propósito de crear una revista urbana, gratuita y de calidad.  Se llamó El Duende en homenaje a la fascinante historia de El Duende Crítico de Madrid, periódico satírico manuscrito y clandestino de principios del Siglo XVIII, pero sobre todo a El Duende Satírico del Día y a su creador; un Larra con tan solo 18 años.

La redacción, la distribución y la comercialización estaban compuestas de amigos y compañeros de facultad como Javier Agustí, redactor jefe de la publicación desde sus inicios, que compaginó su creencia en El Duende junto su trabajo por horas con los teletipos en El País. Los sacos de dormir, las primeras maquetas, los posters de cine y música pero, sobre todo, los errores, decoraban una oficina prestada. Revelábamos fotos, usábamos el fax y no teníamos Internet. Apostamos por un formato único, estrecho y alargado, fuera de la lógica imperante. 

Nos llegaban a la redacción discos rancios de flamenco y llamadas de madres buscando una guardería para sus hijos. Sobrevolaron muchísimos pájaros de mal agüero y un mercado cerrado hacia lo gratuito con una sentencia muy arraigada 'Lo que no cuesta no vale'. La ilusión de contar con una subvención se desvaneció muy pronto.  El primer cliente fue la discográfica DRO, el segundo Mao&Cathy y el tercero el Teatro María Guerrero.

La primera gran marca que apostó por el proyecto fue  Philips. Aún recuerdo las palabras de su director de Marketing por aquel entonces. En mayo de 1998, a ritmo de Techno de Detroit, salía a la calle el primer número de El Duende con algunos meses de retraso y muchas horas de falta de sueño.

Era el año en el que nacía Google, un transexual ganaba eurovisión, los niños perdimos a Gloria Fuertes y 60.000 personas asistían  al primer concierto de los Rolling en Moscú.  Hicimos una fiesta con bandas de mi barrio, la Alameda de Osuna, donde yo también tocaba. Poco después Osborne compraba las contraportadas de todo un año para el brandy Toro. Hoy,  tienes en tus manos el número 148 de El Duende dedicado a aventureros. Suena Start Me Up en la redacción. El rock´n´roll nunca ha dejado de sonar aquí durante estos 18 años.  Me hace olvidar que tengo más del doble, aunque me sigo considerando un tenaz aventurero y El Duende, sin duda, una empresa que hoy recién empieza.  

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