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Nueva York, rincón eterno del mundo
 
 
Como Lorca, Jardiel Poncela, Juan Ramón Jiménez, Rubén Darío, José Hierro… Muchos han bañado su nostalgia poética en el aire geométrico y libre de Nueva York. Con grandiosidad y énfasis, bien o mal parados, los sentimientos se desbordan a ambos lados de sus tres ríos. No diré nada de Nueva York que no hayas visto, leído o que no te hayan contado. Y es que si algo tiene Nueva York es que despierta idénticos anhelos. Como aquel atardecer en Long Island, bajo los efluvios de amor de juventud y embriagado de versos libres de Walt Whitman. 
 
Yo también miré 'tan lejos como pude, había espacio ilimitado allá, conté tantas horas como pude, había tiempo ilimitado antes y después'. Algo así debió sentir Lorca cuando escribió 'No quiero mundo ni sueño, voz divina / Quiero mi libertad, mi amor humano / En el rincón más oscuro de la brisa que / Nadie quiera / ¡Mi amor humano!'
 
Hoy recupero mis libretas de antaño y en mis apuntes ingenuos a lápiz, de letra agitada y con tachones, adivino a leer: Atardecer en Long Island. Ansiedad, vértigo de libertad. Principios ahogados en el fuego implacable de la pasión. Sé que puedo perder y aún no estoy preparado. Rincón eterno del mundo, volveré para contártelo en mi propio atardecer, en el incierto ocaso de mi vida. 
 
De nuevo, la tarde se está incendiando y no estoy en Nueva York.  

Rincón eterno del mundo