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Tomás Alcoverro. Viento de Oriente

Por Paloma F. Fidalgo · Fotos: Aránzazu Díaz Huerta

Lejos de ese periodismo de brocha gorda que nos pinta el mundo árabe como un recuento de autobuses bomba y burkas, contrastan las analíticas crónicas de Tomás Alcoverro (Barcelona, 1940). Puro contexto sobre un área geográfica que sigue informativamente desde los años 70, abarcando desde el ámbito político al cotidiano.

Acaba de publicar ¿Por qué Damasco? Estampas de un mundo árabe que se desvanece, en donde recopila algunos reportajes sobre Siria que en los últimos años ha publicado en La Vanguardia.

Ser corresponsal es ser un explorador, ¿no? Y un aventurero. Aunque, depende. Durante años fui corresponsal en París, y me aburrí muchísimo. Europa y el mundo Occidental nunca me han atraído, Oriente es novelesco. Lo que me estimula es escribir sobre un mundo que todavía se puede explorar. Imagina que tú eres la directora de un periódico y te ofrezco un reportaje sobre el metro de Londres y otro sobre el metro de Teherán. ¿Verdad que te interesa más el segundo? Por cierto que yo escribí dos reportajes sobre el metro de Teherán: uno de ellos, cuando todavía se estaba construyendo, con complicaciones porque, por las sanciones internacionales, no podían usar determinados instrumentos para perforar. Y otro, con ocasión de unas elecciones, hablando de la gente que iba a votar, y un grupo de chavales, vestidos con cadenas y crestas en el pelo, me pararon para preguntarme cómo podíamos tener en España una salvajada como las corridas de toros. ¿A que no te lo esperabas?

Mucha gente se informa ya a base de tuits. ¿Dónde quedan unas crónicas tan elaboradas como estas suyas? Cada vez se publican menoscrónicas largas, sobre todo en la prensa en papel, donde yo colaboro principalmente -aunque del periodismo digital me gusta poder interactuar con los lectores-. Yo encuentro constantemente temas interesantes para descubrir la vida de los países árabes: sus costumbres, sus gente, las películas… Y eso que las guerras complican cada vez más moverse por allí. Pero los medios nos limitan a hablar solo de atentados y temas horribles que, efectivamente, ocurren. Es frustrante, no creo que esto sea información, y también esos propios países se sienten humillados por Occidente. Una potencia petrolera de su envergadura se percibe como una región medieval. Creo que lo que ocurre es que no interesa mirar más allá de nuestro ombligo.

Dice usted en el subtítulo de su libro que el mundo árabe se desvanece, y en la última página, que lo peor está por llegar. Aún lo suscribo. Hay guerras abiertas que nadie sabe cómo acabarán. Así son allí los conflictos. Y desvanecen y arrasan la vida.

Usted llegó a la región en los años 70, con la explosión de la izquierda, y ahora se ha vivido un auge del fundamentalismo aun a pesar de las Primaveras Árabes. Las Primaveras Árabes fueron un fracaso. Lo que ha venido al caer las dictaduras ha sido peor de lo que había.

Y en Siria, ¿quién ha hecho más daño, la comunidad internacional o Bashar al-Ásad? No sabría decir, pero supongo que la comunidad internacional, aunque esto no significa que sea pro Bashar al-Ásad. Creo que Estados Unidos, después de la terrible experiencia que tuvo en Irak, tiene miedo de quedar empantanado en otra guerra allí, e interviene a travésde milicias que no siempre son tan moderadas como parecen, contra las fuerzas chiíes aliadas de Irán. Por otro lado, Putin está intentando recuperar la influencia que tuvo la Unión Soviética en la región. Y China tampoco quiere dejar el país en manos occidentales.

Cuenta en el libro que una gallega que se encontró allí le dijo que la guerra le había hecho valorar lo que tenía. ¿Cómo lo ha cambiado a usted? No lo sé. Creo que me he adaptado bien. Siempre me he protegido, no hago ese tipo de periodismo suicida. En la guerra de Bagdad de 2003, mientras esperábamos a que se iniciaran los bombardeos americanos, hice dos cosas: por un lado, protegerme del miedo de los demás. Por otro, convertí la habitación de mi hotel en una casa, intentado tener una sensación cálida, con un tapiz, un cuadro… Incluso me compré un canario. Muchos pensaban que era por si había un ataque de gas, como en las minas, pero sobre todo lo compré para que me hiciera compañía. Sobrevivimos juntos a la guerra, pero al viajar a Jordania, murió en el aeropuerto de Ammán aplastado por las maletas. La crónica que escribí sobre él fue tan recordada que, cuando me dieron el Premio Cirilo Rodríguez, me regalaron otro.

Tomás Alcoverro. Viento de Oriente