<
>

portadas

La fiesta itinerante

Miguel Serrano Larraz ha publicado en 2009, Órbita, en la editorial Candaya, así como la traducción de Belle and Sebastian. Una historia de rock moderno, para la editorial Metropolitan. Nos comenta sobre la fiesta más divertida que recuerda: “el día 22 de cada mes, desde hace cuatro años, me reúno a cenar con unos amigos en una fonda del casco viejo de Zaragoza (Fonda la Peña, se llama). Es una maravillosa fiesta discontinua”. Esta es su visión de nuestra fiesta imaginaria.

Es una fiesta irrealizable, y también la única fiesta posible. La fiesta transportable, la fiesta portátil. Irá contigo, con vosotros, allá donde vayas, allá donde vayáis. Prueba: estira el brazo, donde quiera que estés, y darás con un camarero que sostiene una bandeja con el mejor champán del universo conocido. El camarero, además, es tu amigo. Tu mejor amigo. El centro de la fiesta, su núcleo, está en todas partes, como el centro de la esfera de Pascal. Porque la fiesta es el mundo y tú eres el centro de la fiesta, y tuyos son los invitados que caminan por ella y son felices. Deja la copa donde quieras, vuelve a la pista de baile. Diviértete. Habla con los invitados. Todos están a tu alcance, sólo tienes que tocar su hombro y aquel o aquella al que hayas elegido se girará con una sonrisa y te agradecerá la confianza y la intimidad. Procura que la conversación sea interesante, aunque no es imprescindible, sólo una opción entre muchas. Habla de lo que quieras. Escucha. Aprende. Disfruta. Si la conversación no te interesa, pasa la página y sigue caminando, nadie te lo va a reprochar. Ve donde quieras.

El mundo es hermoso hoy. Este día, esta noche continua. Estamos aquí reunidos para celebrar la fiesta que nos ha tocado vivir. Cada uno elige sus invitados. Yo, por ejemplo, imagino a Thelonious Monk en una esquina. Conversa con Mark Rothko, con Luis Buñuel, con Kurt Vonnegut y con Franz Kafka. Los miro desde lejos y los oigo conversar, como cuando éramos niños y oíamos a los mayores desde la cama. Pero mis invitados no importan ahora, sino los tuyos. Cierra los ojos y visualízalos, como un atleta antes de una carrera. Piensa en ellos, en tus invitados. Abre los ojos: allí están, junto a ti, a tu alrededor.

Pasan las horas y nadie abandona el local, porque no hay local que abandonar. Estamos en todas partes, somos innumerables, avanzamos en espirales. Puedes charlar un rato con Kiko Veneno, por ejemplo. Te asombras al principio de que tenga todo el pelo blanco. Cuando eras joven, cuando todos éramos jóvenes, tenía un solo mechón en el centro de la frente. Recuerdas el verso de Gil de Biema: “Ahora que de casi todo hace ya veinte años”. Pero da lo mismo, porque puedes brindar con él y el brindis te ayudará a soportar tanta belleza. Tarareáis juntos una canción, cualquier canción, y rompéis a reír.

La fiesta está llena de salas, pero también abundan los pasillos. Te recomiendo que camines por los pasillos de la fiesta, ahí está la gente más interesante. Míralos. Esperan el momento de entrar en escena. Tienen la canción perfecta en la punta de la lengua, o han imaginado una película que cambiará el mundo. También hay un poeta en los pasillos de la fiesta, con un whisky en la mano. Te mira y brinda a tu salud. En estos pasillos se está diseñando el futuro.

La música no se detiene, todo el mundo baila. En las esquinas, en el centro, por todas partes. Algunas parejas dejan de bailar y se besan. Los besos se propagan como la pólvora. Antes de darnos cuenta, todos estamos besándonos. Después dejamos de besarnos y empezamos a lanzarnos reproches, pequeños dardos envenenados, pero todo es un poco en broma. Vuelta a empezar. Que no pare nunca.

Comienzas a hablar, por ejemplo, con David Cronemberg, y te sorprendes de su aspecto. Parece un extraterrestre. Por un momento tienes la sensación de que conoce el secreto del mundo. Pero no, no lo conoce. Se distrae un momento para hablar con Park Chan-Wook, con Wim Wenders y con Ken Loach. Hablan de Hitchcock, seguramente. ¿De qué iban a hablar si no? Berlanga los mira a los cuatro con una sonrisa burlona. Él sí conoce el secreto del mundo, o lo conoció alguna vez.

Imágenes posibles. Todo comienza y termina, menos esto. Esta fiesta que va a terminar con nosotros.

Sigue mirando, no te detengas. No pierdas ni un segundo. El tiempo es precioso. Aprovecha para escuchar una conversación entre Care Santos y Nick Cave. O tómate unas tapas con Juan Bonilla. O empuja la silla de ruedas de Mel Brooks y deja que te diga que la vida merece la pena y que todo es al mismo tiempo una tontería. O dale un beso a Forges. En la boca. Y que vuelvan los besos otra vez. Aprovecha para besar a Gael García Bernal, a Alex de la Iglesia, a Aitana Sánchez Gijón y a Charlize Theron. Ah, y también a Carla Bruni. Muchos besos para Carla Bruni. Dale recuerdos de parte de Eric Clapton, que no ha podido venir, salvo que tú lo desees. Si tú lo deseas, aparecerá por aquí en cualquier momento.

Otra posibilidad es organizar una partida de mus con Luis Tosar, con Rosendo Mercado y con Victoria Abril. Si te decides por esto último, es posible que aparezca Barry Gifford y os pregunte cómo se juega, cuáles son las reglas. No le hagáis caso. Nunca podría entenderlo.

Rachid Taha, subido al escenario, amenaza con cambiarlo todo. Tiene un micro en la mano. Es su arma favorita. Federico Luppi quiere volver a los pasillos y mientras busca entre bastidores se encuentra con Nancho Novo, que lo invita a una cerveza bien fría. Viggo Mortensen, Alejandro Amenábar y Guillermo del Toro planean hacer una película sobre Ferrán Adriá. Un biopic de ciencia-ficción. Alejandro, que es el director, le pregunta a Guillermo (el productor) si de verdad habrá alguna forma de que Viggo (el protagonista) resulte creíble en el papel. “Sólo es cuestión de que trabaje un poco el acento”, ha dicho alguien al pasar.

Allí donde estés, no te detengas. No abandones la fiesta. No nos dejes solos. Contribuye. Sigue inventando, sigue trazando las fiestas futuras, que son esta misma fiesta y que irán contigo allá donde vayas.

En una esquina ves a José Luis López Vázquez, que ya ha cogido el abrigo y se dispone a marcharse. ¡No te vayas todavía!, gritamos todos, y tardamos en convencerlo, pero por fin lo logramos. De todas formas, no había ningún sitio a donde ir. La fiesta es el mundo. López Vázquez deja el abrigo y vuelve a la fiesta. La música no para. Otra vez de noche y otra vez por la mañana, pero la resaca no puede con nosotros.

Seguimos en el centro de todo, en la fiesta itinerante. Alarga la mano y coge otra copa de champán.  

Texto: Miguel Serrano Larraz

La fiesta itinerante