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Enric González. El corresponsal

Fue con Historias de Londres, Nueva York y Roma, tres deliciosos libros sobre su experiencia como corresponsal en dichas ciudades, cuando Enric González (Barcelona, 1959) se convirtió en uno de los periodistas españoles más seguidos, motivo por el cual su marcha de El País y posterior desembarco en El Mundo han sido tan sonados. Acaba de publicar Memorias líquidas, y es de lo mejor que hemos leído sobre Periodismo.

Menudo chasco que no escriba un Historias de Jerusalén, donde ha vivido hasta hace unos meses. Lo de los libritos sobre ciudades se había convertido en una fórmula. Y no me gusta repetirme.

¿Qué diría de Jerusalén si lo escribiera? Un clima espléndido y unas rocas peladas por la mirada de Dios, la cúpula más hermosa del mundo, un montón de zumbados cargados de adrenalina religiosa, la tristeza sarcástica de los palestinos viejos, el furor desesperanzado de los palestinos jóvenes, la evidencia de que esa ciudad es un artefacto explosivo.

¿Qué imagen le viene a la cabeza cuando piensa en las ciudades donde ha sido corresponsal? Roma es un paseo nocturno y solitario. Nueva York es el mejor junio y el mejor septiembre. Jerusalén es viento seco.

Hay mucha gente que dice que el nacionalismo se cura viajando. Me temo que eso es falso, el nacionalismo no se cura viajando.

Ha comentado que le encantaría ser corresponsal en España para un medio extranjero. ¿Cómo resumiría la idiosincrasia de nuestro país en un titular a una persona que no supiera nada de él? Como aquello de los palestinos: un país que no pierde ninguna oportunidad de perder una oportunidad.

Ha dicho usted que la misión de los periodistas es “tocar los huevos”. ¿Se los están tocando mucho en esta fase de promoción de sus Memorias líquidas? Nunca había hecho esto de la promoción. Lo que más toca los huevos es escucharse uno mismo diciendo muchas veces las mismas tonterías.

Ha dicho usted que, en comparación con otros medios: 'Con sus defectos, El Mundo es lo más parecido a un periódico'. Ya que a usted le gusta el fútbol, ¿esto es como cuando un jugador que lleva toda la vida en un equipo entra en otro y dice que ha soñado siempre con él? No. He trabajado en el mejor diario de España y se llamaba El País. Sigue llamándose igual, pero no es lo mismo. Dije eso de "lo más parecido a un periódico" porque El Mundo es menos sectario que El País

¿Qué imagen le viene a la cabeza cuando recuerda a Juan Luis Cebrián y a su ex compañero en PRISA Carlos Boyero? Carlos Boyero es amigo mío. Juan Luis Cebrián, no, y no estoy seguro de que haya sido alguna vez compañero de profesión.

Usted iba para veterinario pero acabó periodista. ¿Por qué? En último extremo, porque me resultaba más fácil. Lo otro implicaba trabajar.

Dice en sus memorias: "Un periodista tiene que leer como si le fuera la vida en ello porque le va la vida en ello". ¿Cuántas horas al día se pasa usted leyendo? Excepcionalmente, pueden ser 12 ó 14. Normalmente serán la mitad, o menos. Los periódicos se llevan mucho tiempo. Leo habitualmente El País, El Mundo, La Vanguardia, El Confidencial, The Guardian, Corriere della Sera, La Stampa y Financial Times. Debería suscribirme al NYT.

¿No se ha planteado dedicarse al periodismo deportivo? No me apetece trabajar en ninguno de los diarios deportivos existentes. Si hubiera algo un poco más ecuménico, quizá. Lo del fútbol, en cualquier caso, lo tomo como un entretenimiento. Sé mucho menos que especialistas como Segurola o Besa.

He leído este tuit: “Leyendo Memorias líquidas me he dado cuenta de que no tengo ni idea de lo que es beber de verdad”. ¿Cumple usted ese perfil bohemio que se le adjudica a menudo a los periodistas? Supongo que sí. Quizá no tanto como podría parecer.  

Memorias líquidas (Jot Down, 2013).

Texto: Paloma F. Fidalgo

Enric González. El corresponsal