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Juan  Diego  Botto
Ventilar la casa


"Lo que empezó siendo una excusa para faltar al colegio" se convirtió en su vocación y en su profesión. De padres actores, no es de extrañar que Juan Diego Botto (Buenos Aires, 1975) fuera inoculado con el incontestable virus de la vocación actoral. Su historia, sin embargo, no es la del chico guapo que siempre ha tenido las cosas fáciles. La dictadura militar argentina marcó profundamente su vida. En consecuencia, imaginamos, su discurso es tan comprometido como su pasión por el teatro; y sus ojos tan grandes como su inquietud por todo lo que le rodea.

 

 

 

 


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Actualmente dirige e interpreta Hamlet en el María Guerrero, uno de los montajes teatrales más ambiciosos del Centro de Nuevos Creadores que dirige Cristina Rota (su madre). De alguna manera, la historia del príncipe danés entronca con la suya (su padre murió a manos de la junta militar argentina). "Hamlet, está marcado por la muerte de su padre, por el mandato que éste le da y por la justicia que no acaba de llegar...Yo también estoy marcado por la ausencia de mi padre, como muchas personas en Argentina y en España. Ha sido una obsesión durante muchos años". Estamos ante una persona inquieta. El actor se transforma en Hamlet, en el Gran Inquisidor de El Greco (largometraje dirigido por Iannis Smaragdis) y en abogado en La mujer del anarquista (película de Peter Sehr y Marie Noëlle). "El miedo siempre huele a parálisis", afirma tajante. Lo suyo es el movimiento.
Hamlet es un clásico de Shakespeare que has adaptado junto al dramaturgo Borja Ortiz de Gondra. ¿Qué dirías a quienes piensan que desprende olor a rancio? Nunca he tenido la sensación de que Hamlet huela a naftalina o de estar haciendo teatro clásico, sino más bien un David Mamet o una obra de teatro contemporáneo. Al fin y al cabo, hablamos de tener muertos a los que no puedes enterrar a gusto - nada más actual-, de la corrupción que se genera cuando alguien usurpa el poder de forma ilegítima, léase, de una dictadura... Hablamos de cosas que están a nuestro alrededor.
Hablemos pues de la Ley de la Memoria Histórica... Es un debate que no debería darse, que cae como la manzana de Newton. Mucha gente quiere enterrar a sus muertos, conocer en qué circunstancias murieron y poder cerrar una etapa. Cuando tienes un país que está regado subterráneamente de cadáveres, más pronto o más tarde, salen a la luz. Lo mejor es hincarle el diente, afrontar el problema y hacerlo cuanto antes. Hubo una tropelía, un genocidio, y hay que encararlo como tal. No debería suponer ningún trauma, salvo para un acérrimo defensor de Franco, pero deben quedar pocos.

Viajas a Argentina con cierta asiduidad. La primera vez que pude volver tenía 15 años, regresé a los 27 para  saber cosas sobre mi padre, hablar con gente que le conoció, con antropólogos y asociaciones de derechos humanos... Fue un viaje muy intenso. Supongo que era una necesidad, saber quién era mi padre tiene mucho que ver con saber quién soy yo. El gobierno de Néstor Kirchner apostó muy fuertemente por la defensa de los derechos humanos e hizo cosas que no se habían hecho en toda la democracia. Puso fin a las leyes de punto final y obediencia debida, algo de lo que muchos estaremos siempre agradecidos.

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Firmaste el manifiesto para un trabajo decente, apoyaste la conversión de la antigua cárcel de Carabanchel en centro para la paz... ¿Te consideras comprometido social y políticamente? Soy un hombre muy intenso. La pregunta adecuada sería, ¿por qué uno no se compromete? Uno no puede estar indiferente ante el hecho, por ejemplo, de la normativa de la vergüenza: que puedan encarcelar a gente en sitios que son cárceles por el mero hecho de ser inmigrantes. Ser inmigrante no es un delito. Que algo así lo haya amparado Europa es vergonzoso. Tampoco puedo estar a favor de ampliar la jornada laboral a 65 horas... ¿Si vives en una sociedad y quieres más o menos a tus semejantes, cómo no vas a firmar por causas como éstas? Me importa el mundo en el que vivo.
Obama se ha hecho con la presidencia de EEUU. ¿Síntoma de que los tiempos están cambiando? Mandaron un mensaje a mi pareja que decía "lo mismo me da Juana que su hermana y no conozco un erizo que no tenga púas". Lloré viendo los reportajes, pero soy de esa opinión. Aún así, menos mal que ha ganado Obama. Seguro que cambiarán muchas cosas. Es el fin de una época neoconservadora desastrosa, pero tampoco creo que sea la toma del Palacio de Invierno. Hay que rebajar el tono de las expectativas.
Volviendo al trabajo. Acabas de estrenar El Greco. ¿Qué te motivó a participar en una película histórica? He disfrutado enormemente. A los actores nos gusta interpretar personajes que son muy malos, y tratar de darle todos los matices. Guevara es un chaval que arranca siendo un cura apasionado por el arte y acaba quemando gente viva en la hoguera siendo inquisidor general. Ese personaje tan rico me llevó a hacer la película. Al margen de lo que se piense sobre el largometraje, es uno de los mejores trabajos que he hecho en cine.
En breve, La mujer del anarquista, con el papel de un abogado que lucha contra Franco... Es una bellísima historia de amor épica sobre una pareja a lo largo de la Guerra Civil y la posguerra. Habla de cómo el amor pueda restañar heridas y cómo, a veces, tienen la misma fuerza los ideales políticos que los del corazón. En estos momentos aporta una reflexión interesante sobre lo que fue ese periodo histórico.
¿Qué te aporta el teatro frente al cine? Como actor, el placer de hacer una obra desde el principio hasta el final sin que te interrumpan y poder así transitar por todos los estados del personaje, pero también el vértigo de tener al público en directo.
Historias del Kronen fue el espaldarazo definitivo a tu carrera. ¿Qué recuerdos guardas? Supuso la posibilidad de que se me conociera en esta profesión y formar parte de una película que funcionó muy bien en taquilla. A partir de entonces empecé a trabajar como actor de forma fluida. Conocí a Montxo Armendáriz, una persona a la que quiero y con el que he trabajando en tres películas más. Le debo mucho.
¿Por qué nunca en series de televisión? Son las series las que se olvidan de mí. Potencialmente, la televisión me parece un medio maravilloso, el mejor. En un día llegas a dos millones de espectadores. No hay otro medio en el mundo que tenga esas características. El problema es que soy muy lento. Si me ofrecieran un proyecto televisivo que se pudiera hacer con calma, se cuidara el resultado y fuera interesante, yo estaría encantado de hacerlo. Ha habido muchas series buenas en televisión pero, desde luego, no las que me han ofrecido.
¿Hay crisis en el panorama creativo patrio? Tanto las series como el cine gozan de buena salud. Pero cuando un director o productor busca algo que conecte con el público, lo que busca es repetir una fórmula que ha funcionado en el pasado y eso está abocado al fracaso. Cuanto más singular, personal, aunque sea extraña, pero genuina, sea una película tiene más posibilidades de gustar y triunfar.
¿Qué huele a rosas y qué apesta de tu profesión? A rosas el trabajo. Apesta la arbitrariedad, por qué gusta lo que gusta, por qué no gustan cosas que son muy buenas, por qué tienes compañeros que son excelentes y no consiguen trabajar y otros que tienen la mitad de talento y triunfan.
Hamlet. Teatro María Guerrero. Hasta el 4 de enero.

Txt: Inma Flor
Retrato Botto: Óscar L. Tejeda
Foto Hamlet: Jean Pierre Ledos

 

 

 

 

Juan Diego Botto. Ventilar la casa