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Kevin Johansen & Liniers
Pintar música y cantar ilustraciones
 
Por Rebeca Queimaliños
 
Indisolubles. Un dulce relleno de Napalm. La fusión de Kevin Johansen y Liniers es un Hiroshima de fuegos artificiales. Una especie de hermanos Marx unidos por azar. No comparten genética pero tampoco fisuras. Aunque hubo un tiempo en que no se conocían. Liniers le escuchó por la radio y fue a un concierto. Creía que sobre el escenario aparecería un gigante nórdico. Un Lannister envuelto en pieles de búfalo americano. Una escena de Game of Thrones porteño. 'Pero apareció el Piojo López. Creí que era el tipo que probaba el micrófono. Pero cuando emitió la primera sílaba, pensé: De donde ha salido este pibe. La masa corporal de Johansen fue la única decepción. Cuarenta asados y noventa Quilmes después ya eran cuadratura de círculo.
 
Kevin Johansen (Alaska, 1964) escribe suave pero sus letras son ricino. Liniers (Buenos Aires, 1973) dibuja lindo pero sus témperas disparan ácido cítrico. Y han conseguido encajar sus 140 kilos de talento en un mismo escenario. En España han girado con el espectáculo (Bi)vo en México, un disco grabado en directo en el estudio de Sony en México y compuesto por una selección de éxitos de discos anteriores interpretados por Johansen + The Nada, la banda que acompaña los experimentos musicales del músico alaskeño desde el año 2000.  

El show son dos horas de complicidad y belleza visual. Un derroche de carisma solo apto para genios. Aunque ellos dirán que no. ‘Nuestro espectáculo podría titularse. Regaaeton dibujado. Wisin&Yandel porteño, Multimediocres o Mucho The Nada'. Disparan cuatro titulares ingeniosos por décima de segundo. Juntos son eso: un diálogo permanente de inteligencia y humor ecléctico, pero si no fuesen músicos serían quioskeros.
 
Johansen para levantarse temprano y tener las tardes libres y Liniers porque su arquitectura le recuerda a las naves de la Guerra de las Galaxias. Pero son artistas. Kevin odia las etiquetas porque piensa en rock, electrónica, tango, cumbia, folk o western. El trazo de Liniers, padre biológico de Macanudo, es anárquico, asimétrico, sublime
 
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La sonrisa es una especie de miembro adherido a sus rostros, pero las últimas bajas del panorama musical bonaerense les cambia la expresión. 'Spinetta y Cerati  han sido los padres del rock en Argentina. Ellos importaron la manera americana de hacer rock, la idea seminal de The Beatles o los Rollings. Su música  sobrevivirá, claro, pero tenían demasiado por hacer…' Y también sienten morriña por la idea clásica del tiempo.
 
'Se ha perdido el romanticismo de descubrir. Antes, entre preguntarse dónde había nacido Tom Petty, y saberlo podían pasar semanas. Y, de repente, si una chica te daba la respuesta, te casabas con ella. Funcionaba así. Ahora, estoy cachondo: porno. Estoy aburrido: fueguitos: Estoy sensible: película'. 
 
Una idea extrapolable a la música. Son discípulos del formato en vinilo. Y regresarían a sus brazos con los ojos cerrados. Critican, sin acritud, la fórmula 'fast food' de consumo de música y reivindican esa ceremonia casi mística de escuchar en analógico e invertir horas en analizar los títulos de crédito de cada obra. 'El problema es hay tanta información que hemos perdido la perspectiva. Todos hacemos películas en Vine, fotógrafos en Instagram, ingeniosos en Twitter y cultos en Facebook. McLuhan ha muerto: La red social es el mensaje'. 
 
El amor es fondo de armario en el trabajo de Liniers&Johansen. Pero sin aliño. En bruto. Sin grasa. 'Si Romeo y Julieta en vez de 13 años tuviesen 50 nunca se habrían suicidado, entre los hijos, la hipoteca… Uno a los 16 años sufre demasiado. Y todo creemos que solo a nosotros se nos ha roto el corazón de una forma insoportable. Lo interesante es reírse de todo, alejarse del drama y relativizar’. La ironía como bálsamo. Cómo velo para poder decir verdades sin exponerse. Para evitar esa trascendencia vanidosa tan egocéntrica .
 
Y un último paréntesis para la seriedad: 'El caso Nisman demuestra que todavía existe oscuridad en la política, pero ha cambiado de formato. En la década de los setenta las dictaduras eran transparentes. Hoy, hay nuevas fórmulas más sutiles pero igual de peligrosas de concebir el mundo'. Y, si quieren regresar al humor, cómprense ‘(Bi)vo en México’, cualquier libro de Macanudo o esperen a que vuelvan… 
 
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