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  • DANZA / FLAMENCO
  • Las raíces unen
  • Por Andrés Castaño

La compañía de María Pagés ha creado en ‘Una oda al tiempo’ un espectáculo heterodoxo con mucho gusto: buen baile, buen cante, hermosos mantones, textos con hondura… Esto sí que es marca España.

Ya se estrenó en abril de 2018 en los Teatros del Canal. Así que no es primicia. Pero las cosas buenas tienen que reponerse para que lleguen a más gente. Así que ‘Una oda al tiempo’ ha vuelto a la Sala Roja de los Teatros del Canal. Y podrá verse hasta el domingo 10 de noviembre.

Pagés concibe un espectáculo completo, cerrado, con una estructura bien planteada. La obra abarca temáticas contemporáneas varias, a la par que clásicas, como el encuentro, el cuidado y respeto por el medio ambiente, el odio, la venganza, el perdón, el descubrimiento, el conocimiento de uno mismo.

Consta de doce secuencias coreográficas, tituladas de manera que dan mucho pie al contenido así como al palo flamenco del que se trata: con atractivos como ‘Descubrimiento’, ‘Cuéntame el tiempo’, ‘Tu viento me agita’, ‘Horizontes de agua’, ‘Piedad’ o las menciones clásicas a Goya o a Picasso en “Saturno devorando a sus hijos” y ‘Escuchando el Guernica’. Y se suceden seguiriya, soleá, milonga, peteneras, levantica o alboreá. Registros variados en un espectáculo heterodoxo, que busca la fusión de lenguajes, de una manera natural que conecta bien con el todo. Música, y baile, coreografías y texto, escenografía e iluminación configuran un todo que sale reforzado, que dota de consistencia a esta oda al tiempo. Este homenaje poético a nuestro presente, a nuestra historia.

Baile y música reinan por doquier, en modo de alto copete y alto vuelo, acompañados de una escenografía sencilla, simple pero muy efectiva porque transmite lugares de reunión y fiesta y la dimensión natural. Pagés es magnífica en expresividad. En manos, con el traje al vuelo, con mantón, con castañuelas. Sus movimientos y coreografías con los brazos despliegan una belleza, un plante y una ejecución exquisita ¡Y qué decir de sus bailarinas y bailarines! Exhiben destrezas, experiencia a la par que juventud, y habilidades varias (en zapateo, en cuerpo y brazos).

Cabe resaltar también la dramaturgia con tanta magia visual que exhibe el poder de los elementos y de la pasión.  A la vez que esos textos (y letras de las piezas musicales) tan bien incorporados, con tanto poderío. Ambos elementos son obra de El Arbi El Harti, pareja artística y vital de María Pagés. 

Impone ese sol ardiente que aparece al abrirse el telón, y se mueve de lado a lado para dar paso a ‘Origen’, una trilla y tonás que arranca con fuerza. Con María Pagés presidiendo. Ya de primeras no sorprende ese cuerpo de baile, formado por cuatro bailarinas y cuatro bailarines y un combo musical de primer nivel formado por cajón (Chema Uriarte), dos guitarras al toque (Rubén Levaniegos e Isaac Muñoz), violonchelo, violín y dos cantaoras al cante (Ana Ramón y Sara Corea). Y el cierre es redondo con ‘Somos el árbol memoria’, también trilla y tonás. Ese sol se cierra el círculo en el final. Se apaga en la noche pero brilla como luna.

En definitiva una obra abierta, heterodoxa, que si bien no gustará a los puristas, no rompe ninguna tradición sino que más bien la prolonga, la amplía buscando diálogo y encuentros en tiempos de tensión y crispación. Qué recuerda el pasado trágico, y los mitos atroces que siempre están ahí. Una oda al tiempo, es un regalo a los sentidos, al arte como combinación, como flujo vital y como conglomerado espléndido. Y también al poder humano para transformar en alegría, en momento, los obsequios que nos ofrece la madre naturaleza, la vida.

  

DANZA / FLAMENCO: Las raíces unen