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  • EXPOSICIÓN
  • Carlos Saura, retrato de una vida
  • Por Ana Berruguete · Fotografía: Carlos Saura,  Vittorio Storaro en Flamenco, 1995 · Retrato de Saura por José S. Gutiérrez

Esta vez, la cámara es fotográfica. Es la primera exposición retrospectiva del polifacético Carlos Saura. La recorremos junto a su autor, en el Círculo de Bellas Artes (hasta el 12 de enero) poco antes de que se inaugurase.

Entramos en la sala con Carlos Saura, que visita la muestra por primera vez. Se queda muy sorprendido. “Estoy abrumado”, confiesa.

Chema Conesa, comisario de la exposición, ha pasado meses buceando en su archivo personal con total libertad hasta dar forma a una exposición que reúne 118 fotografías acompañadas por otra veintena de polaroids, fotografías pintadas, cuadernos de dibujos y publicaciones. Saura le ha dejado hacer. Ha confiado plenamente en su criterio, aunque su primera reacción, no se hace esperar: “Todo esto es el pasado. A mí no me interesa el pasado. Me preocupa, mucho más el presente y el futuro”.

Pues ahí la fotografía le ha servido para todo lo contrario. Sí, la exposición me recuerda al poeta Pessoa. La vida en etapas. La vida, como la fotografía, va dejando esos posos, en los que a veces uno se reconoce y ayudan a recordarse. El hecho de apretar el obturador es un acto peligrosísimo porque lo que se guarda es el pasado.

La muestra comienza con los ensayos familiares de un Saura muy joven detrás de la cámara. Son fotos de sus hermanas, de su entorno. Son pruebas de luz en formato 6x6. Muchas de ellas no se habían impreso nunca. “¿Todas estas fotos son mías?”, comenta, “algunas ni las recuerdo”.

Saura recorrió España con su Leica durante los años 50 y 60. Cuenca, Sanabria, Madrid, Valencia… Muchas imágenes se ven ahora también por primera vez. “¡Luego dicen que España no ha cambiado!”

El suyo es un discurso humilde: “Empecé como un aficionado. He tenido la oportunidad de publicar libros, hacer exposiciones…  Pero siempre he sido un aficionado. Eso sí, un aficionado preparado. He leído mucho, he visto muchos libros de fotografía. De la fotografía sé mucho porque he aprendido mucho de ella. Tengo un laboratorio en casa y estoy al tanto de lo que pasa. La fotografía actual me interesa muchísimo. El mundo para mí es, sobre todo, algo visual. He probado mucho con la cámara. Me ha interesado mucho siempre la técnica. Probar cosas. Renovar. Yo empecé con cámaras de placas de cristal que me construía. De ahí a la Leica y hasta la actualidad, que hay un abismo. Con lo digital es una maravilla poder ver la foto que acabas de hacer. Pero lo importante es la personalidad de cada uno. Es lo que marca la diferencia”.

Caminamos entre fotografías de los rodajes. Cría cuervos, Ana y los lobos, ¡Dispara!, El Dorado, Flamenco… ¿La fotografía te ha ayudado a entender mejor el cine? Desde luego. Es fundamental para mí. Me ha simplificado todo. La fotografía me parece que es, sobre todo, una gimnasia visual que he mantenido toda mi vida. Yo no he tenido nunca un problema técnico en el cine, jamás. Ni tengo. Sé perfectamente lo que tengo que encuadrar, lo que tengo que hacer. Yo pienso primero la escena, compongo la imagen, y luego elijo la cámara, pero nunca antes.

Saura, mientras rueda, dibuja. Apuntes que van dando forma a una especie de “diarios de rodaje”, algunos presentes también en la exposición: “Son estudios de encuadre que hago durante el rodaje. Entre plano y plano. Nunca antes. Tenía mucho tiempo y pintaba lo que veía. En general, no hago eso que llaman storyboards.  Me aburre mucho. Yo prefiero tener una invención en cada momento. Poder inventar alguna cosa nueva. No tener la cabeza demasiado rígida. Había montajes muy lentos. Muy laboriosos, así que yo me ponía a dibujar. Tengo miles de dibujitos”.

Fuera de casa, tampoco para. Estoy montando una obra de teatro y acabamos de inaugurar una ópera que ha sido una maravilla. La ópera me ofrece un mundo fascinante que nada tienen que ver con el cine. Aunque en la ópera todo es mentira, como en el cine. Todo está manipulado. Pero la fotografía es lo único que no se puede manipular. La fotografía es como un espejo.

¿Alguna disciplina que se te ha resistido? Sí, la música. Es una tragedia.

¿Y la poesía? A veces… pero no soy muy poético yo. Prefiero la poesía en el cine, en la imagen, en las actitudes. Pero la poesía por la poesía, en general, el verde que te quiero verde…. me parece muy bonito, pero no me lo creo.

En la exposición, vemos un retrato de Alberti. Un gran amigo, como lo fue también Vicente Alexandre. Alberti vivía en Italia por entonces. Fuimos muy amigos.

Acto seguido señala un retrato del pintor Antonio Saura: “Mira, y aquí mi hermano. ¡Qué buena foto!”

Hay también fotografías de Chicago y Nashvillle, realizadas mientras acompañaba a Geraldine Chaplin, su mujer por aquel entonces, cuando ella estaba rodando allí. Estuve a punto de hacer una película en Estados Unidos porque Robert Altman me quiso contratar. Le dije que me dejara un par de años para ambientarme, porque yo no podía llegar allí como turista y empezar a rodar una película en Chicago, por ejemplo. No quería. Entonces lo dejamos. Teníamos una relación muy buena con Altman. Era un tipo muy interesante.

¿Qué autores te han influenciado más en la fotografía? Chema Conesa (se ríe). He visto muchos, muchos, libros de fotografía. En la fotografía es difícil no parecerse a alguien. Por no decir que sobre algunos que están tratando de innovar, luego te das cuenta de que eso ya se ha hecho. La fotografía es como un bucle. Se recuperan modas.

¿Y cómo sabes que has hecho una buena foto? Disparo muchísimo, como una metralleta, y lo demás, aparece luego. Es fácil diferenciar lo que es una buena foto de la que no. Ahora hay mucha gente haciendo fotografías, pero se diferencia fácil lo que es una buena foto, de la que no. La fotografía no existe de verdad hasta que no la imprimes.

Antes de irnos, se asalta al reconocer una de sus primeras instantáneas: Albarracín, 1955. Estoy muy sorprendido. Me voy reconociendo. Me voy recuperando. Esta es la exposición más ambiciosa. Es preciosa.  

Carlos Saura Fotógrafo. Sala Picasso del Círculo de Bellas Artes. Hasta el 12 de enero.

 

EXPOSICIÓN: Carlos Saura, retrato de una vida