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  • Escribir (y leer) en casa
  • José de Montfort

La casa suele ser un refugio íntimo (en función de los vecinos o familia que tenga uno) en el que escribir (y leer) con recogimiento. Nos metemos en los despachos privados de algunos autores de nuestro tiempo para que nos sugieran algunos libros imprescindibles en nuestra biblioteca y algún lanzamiento reciente para que disfrutemos este año en el sofá a pierna suelta.

Decía Richard F. Burton que “el hogar es donde se guardan los libros”. Y ahí es donde escribe Marta Orriols, autora de Aprender a hablar con las plantas, en una galería que da a un pequeño patio. Le gustaría tener en su despacho una ventana para poder ver el mar. Y se imagina su biblioteca idílica en forma horizontal. Nos recomienda: Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé, Los años, de Annie Ernaux y Primera persona, de Margarita García Robayo.

En la foto Juan Trejo. 

Juan Trejo, autor de La barrera del sonido, también escribe en casa, y desde su estudio ve “una franjita del mar”. Sin embargo, prefiere para leer el salón/comedor, donde tiene un sofá enorme. Destaca como libros para recomendarnos Desgracia, de Coetzee, Fabulosas narraciones por historias, de Antonio Orejudo y Falso espejo, de Jia Tolentino.

El escritor Luis Rodríguez, autor de 08:38, ve desde su escritorio tres palmeras y al fondo unos pinos. Opina que “si hay libros, todas las casas son ideales”. En su biblioteca ideal pondría No entres dócilmente en esa noche quieta, de Ricardo Menéndez Salmón, Una lección de abismo, de Ricardo Cano Gaviria y Maupassant y «el otro», de Alberto Savinio.

Ignacio Martínez de Pisón, autor de Filek, también escribe en casa, y su despacho es su biblioteca. Desde allí ve las casas y fachadas del Eixample. En su biblioteca ideal nunca faltaría Léxico familiar, de Natalia Ginzburg, La guerra carlista, de Valle-Inclán y el más reciente Libro de familia, de Galder Reguera.

En la foto Lucía Baskaran. 

La escritora vasca Lucía Baskaran, autora de Cuerpos malditos, lee y escribe en la cocina. Su biblioteca ideal, sin embargo, sería parecida a la Biblioteca Bodleiana de Oxford y ocuparía toda una habitación con grandes ventanales y butacas mullidas. En ella tendría El cielo según Google, de Marta Carnicero y Canto yo y la montaña baila, de Irene Solà. Está deseando hincarle el diente a Falso espejo, de Jia Tolentino.

El despacho que tiene en casa el escritor murciano Miguel Ángel Hérnandez contiene un gran sillón que se ha convertido en su lugar de lectura. Desde allí ve las estanterías repletas de libros que tiene enfrente. Su biblioteca ideal es pequeña y grande al mismo tiempo; le gusta verse rodeado de libros, pero con dimensiones domésticas. Nos recomienda Todo cuanto amé, Siri Hustvedt, El Malogrado, de Thomas Bernhard y Vivir Abajo, de Gustavo Faverón. 

En la foto Eider Rodríguez. 

A la escritora vasca Eider Rodríguez, autora de Un corazón demasiado grande, le gusta mucho su despacho, donde escribe, que es una pérgola cerrada añadida a la casa. De cristal, con suelo a damas blanco y negro, muy luminosa, y está llena de plantas y papeles. Le gusta leer en lugares mullidos: la cama, el sofá, pero también lee en los trenes. Su biblioteca ideal sería una que no estuviera ordenada alfabéticamente y en la que se incluyeran La isla de los conejos, de Elvira Navarro, La autobiografía de mi madre, de Jamaica Kincaid y Personajes desesperados, de Paula Fox. 

Sara Mesa, autora de Cara de pan, escribe en una mesa en su dormitorio, que antes fue un WC. Como tiene memoria de un pez, prefiere una biblioteca abarcable, pequeña, con no muchos libros pero que todos sean para ella esenciales. Entre ellos estarían Por cuatro duros, de Barbara Ehrenreich, y Obediencia a la autoridad, de Stanley Milgram, así como Pequeñas mujeres rotas, de Marta Sanz.

Elvira Navarro, la autora de La isla de los conejos, tiene un despacho, pero a menudo se va a escribir al salón o la cocina. Desde la silla en la que escribe ve el cielo porque vive en un último piso al lado del campo. Su biblioteca ideal estaría conformada por libros que no pesan y se ordenan solos. Ahí veríamos Ensayo sobre el lugar silencioso, de Peter Handke, El cuaderno dorado de Doris Lessing, y Los errantes de la premio Nobel Olga Tokarczuk. 

En la foto Jorge Carrión. 

Por último, Jorge Carrión, autor de Contra Amazon, nos confiesa que escribe en todas partes, pero que cuando lo hace en casa escribe en la mesa del salón. Su biblioteca ideal debería tener capacidad para diez mil libros perfectamente ordenados y luz natural, pero diseñada de modo que el sol no dañe los lomos de los libros. En ella encontraríamos Estética de laboratorio, de Reinaldo Laddaga, Sobre la fotografía, de Susan Sontag y Superpotencias de la inteligencia artificial, de Kai-Fu Lee.  

 

 

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