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Raimundo Amador

Raimundo Amador
Sello eléctrico

Encontramos a Raimundo Amador ocupado entre ensayos y conciertos de presentación de su último disco Medio hombre, medio guitarra. En él, además de contar con colaboraciones de lujo, dedica un tema a Enrique Morente. “A Enrique le debemos algo todos: los flamencos, los rockeros, y yo, por los dos lados”, dice emocionado. A la espera de un intenso verano lleno de actuaciones el músico sevillano nos desvela parte del secreto de su versatilidad: sus comienzos como músico en la calle.

¿Cómo va la promoción del último disco? Ya llevamos unos meses -se publicó el pasado octubre-, pero estoy como si hubiera salido ayer. Es un disco con mucho lujo, muchas colaboraciones. Además, se lo debía al público después de años sin sacar uno. Viene con un DVD de regalo de media hora de una fiesta flamenca de las de verdad.

Pero lo que más disfrutas es el directo... Tocar en vivo me gusta mucho. En el estudio también, aunque son como partos. El directo es cuando ya ha salido el niño y lo enseñas por ahí.

¿Qué me dices de tocar en la calle? Tú lo hacías. ¿Recomiendas a otros músicos que lo hagan? La calle es una escuela muy buena. La escuela de música, el conservatorio, es importante, pero la calle también. Si pudieran practicarse las dos sería muy bueno.

¿Crees que haber tocado en la calle desde pequeño influyó en tu versatilidad, en tu apertura de mente para la fusión o en que hayas sido tan activo? Seguramente tiene que ver con que tenga siempre esas ganas de tocar. Tocar en la calle lo hace uno porque le gusta, no porque piense que va a vivir de esto. Y luego ya dices, “anda coño, que va a ser que sí”. Si hubiera nacido en la Berklee no sería tan particular. Sería un músico bueno, como hay muchos. En esa escuela cada uno tiene su punto, pero se nota que todos están regidos por unos rollos de armonía y de escala que se llevan allí.

Nada que ver contigo... Yo aprendí a tocar flamenco de mi padre. La fusión la he chupado de Hendrix, de éste, del otro... Lo que pasa es que no me pongo a copiarlos. Les escucho y después sale eso. Les recuerdo, pero no les estoy copiando exactamente.

¿De qué depende que unas veces fusiones el máximo de ritmos y otras te ciñas al flamenco más ortodoxo? Según con quién toque. Si toco con Björk tengo que fusionar el pop con el blues y con el flamenco. Como ella, que también es una camaleona. Está muy claro en el So broken -tema que interpretan juntos- que ella hace blues, hace flamenco, hace árabe. La verdad es que me identifico bastante con ella por la versatilidad que tiene. Si toco con BB King toco de otra forma, con Santana, con La Mala (Rodríguez). Me sale diferente, con el sello de Pata Negra, de Veneno, porque yo he salido de ahí y el sello no se pierde. Si toco blues no lo puedo tocar como un negro. Entonces lo tengo que fusionar con el flamenco.

¿Y el flamenco, a secas? Si toco con la Negra de Montoya, con Remedios Amaya, con la Juana del Revuelo o con Chocolate, yo ahí no meto blues ni nada, porque respeto a esa gente. Lo que hago ahí es al golpe lo que puede tocar un guitarrista antiguo, ortodoxo. No puro, porque como dijo Paco de Lucía ‘puro es todo y es nada’. Eso dijo y a mí me llegó al alma, ¡olé! ¡Este hombre ha hablado bien!

Les das a cada uno lo que necesita. No es fácil, no te creas. Lo que pasa es que yo le doy a un automático y sale.

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Texto: Ángela Santafé

Raimundo Amador. Sello eléctrico