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Juan Muñoz

 

El silencio de Juan Muñoz

Extrañas figuras manteniendo conversaciones calladas. Atmósferas perturbadoras. Es la incomunicación del hombre contemporáneo. Es la esencia del trabajo que nos legó el escultor Juan Muñoz. En 2008 el Museo Guggenheim Bilbao le dedicó una amplia retrospectiva.

El silencio o, lo que es lo mismo, la ausencia de sonido, es lo que desprende cada escultura realizada por Juan Muñoz (Madrid 1953- Ibiza, 2001). Son muñecos sin ventrílocuo, instrumentos musicales sin sonido o conversaciones sin voz. Las obras de Muñoz quedan a disposición de quien las observa. "Me gustaría introducir un murmullo en una de mis esculturas, cuando se hubiera ido todo el mundo. Tenerlo funcionando toda la noche y que en el momento de abrir la puerta dejara de murmurar" (Juan Muñoz, 1996).

A comienzos de los años noventa Juan Muñoz inició una forma de entender la escultura que desafiaba las leyes de lo tradicional. Marcadas por una fuerte narrativa, sus enigmáticas figuras, algo más pequeñas que el tamaño natural, interactuaban entre sí y con el espacio circundante, ya fuera exterior o interior, pero en silencio. Así surgían sus llamadas Piezas de conversación: instalaciones con figuras monocromas, en gris plomo o color cera, con trajes abultados, que mantienen una conversación misteriosa. Obras, en definitiva, que relatan un drama universal: la incomunicación del hombre en la sociedad contemporánea. Los materiales que utilizaba -papel maché, resina y bronce- le permitían dominar la forma en los más últimos detalles hasta conseguir una expresión en los rostros sin voz, que conmueven, que nos hacen sentir incómodos. El espectador es libre de deambular por estas instalaciones, de mezclarse con ellos y de, finalmente, verse reconocido.

Entre sus esculturas más representativas está la Figura escuchando en la que un pequeño hombre pone gran esfuerzo en tratar de escuchar algo detrás de una pared. También es muy conocida la instalación en la que un grupo de siete hombrecitos orientales se ríen a carcajada limpia, pero insonora.

Ya desde finales de los ochenta Juan Muñoz vino realizando otro tipo de obras que nada tenían que ver, en su forma, con lo anterior. Se trataban de emisiones radiofónicas como Un hombre en una habitación apostando en el que el artista relataba diferentes juegos de naipes al son de la música del compositor británico Gavin Bryars. En otra emisión realizada en 1992, La tercera oreja, se planteaba, por el contrario, la imposibilidad de representar dos temas, el presente y la muerte, sino era a través de su ausencia.

La obsesión por lo que es y no es, el concepto de ausencia e incomunicación, sitúan a la obra de Jun Muñoz próxima a la corriente conceptual. Si embargo la recuperación de la figura y su fuerte dramatismo le acercan al clasicismo más puro. Difícil es, por tanto, encasillar su producción y no admirarle como uno de los artistas con mayor personalidad e ingenio que hemos tenido. Así se le reconoció en el año 2000 con el Premio Nacional de Artes Plásticas y lo demuestra, también, lo repartida que está su obra tanto en museos nacionales, como internacionales. Cuando Juan Muñoz nos dejó su Double bind llenaba de magia e inquietud la Sala de las Turbinas de la Tate Modern de Londres, siendo el segundo artista invitado para las Unilever Series -después de Louise Bourgeois- y el primer español.

En la foto: Sombra y boca, 1996. Resina de poliéster, tela, pigmento, madera y motor.  Guggenheim Bilbao.

Texto: Ana Berruguete

 

El silencio de Juan Muñoz