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Madrid vintage
El futuro es el pasado

Los oráculos de las tendencias se confiaron hace tiempo a un infalible déjà vu según el cual los hallazgos estilísticos más felices de nuestros abuelos regresan cada cierto tiempo a la actualidad.

Esta recuperación de la estética de las diferentes décadas del siglo XX ha dado origen en los últimos años al negocio del vintage, un fenómeno heterogéneo y adictivo que seduce por igual a exquisitos coleccionistas y a bohemios sin prejuicios, unidos por el deseo de diferenciarse en tiempos de producción en serie y distribución masiva. Pero cuidado, porque cualquier década pasada no tuvo por qué ser mejor. Los profesionales del asunto coinciden en dejar clara una premisa: el valor distintivo del artículo vintage no es la antigüedad, sino un potente contenido en diseño que empuja al experto a seleccionarlo, restaurarlo y devolverlo al mercado.

Lotta

Lotta

La última década ha visto florecer docenas de estos comercios de moda y decoración en Madrid, principalmente en los distritos de Malasaña y La Latina. Visitamos Lotta (Hernán Cortés 9), especializada en ropa y complementos superfemeninos de las décadas de los 60, los 70 y los 80. “Nuestra peculiaridad es que no compramos ropa usada ni al peso, y que escogemos las prendas una a una”, nos cuenta la propietaria del local, Charlotta, veterana del negocio de la moda antigua en la capital. En su local la prenda estrella es el vestido, y con paciencia pueden encontrarse marcas tan sixties como Courrèges o Pierre Cardin. Pese a la buena calidad predominante, y aunque todas las prendas pasan por la tintorería para ser vendidas en perfectas condiciones, es raro encontrar aquí modelos por encima de los 100 euros. Lo más caro que encontramos es un llamativo vestido Ungaro de los años 60, con estampado pop de flores, rebajado a 90 euros.

En un endiablado juego de espejos, los diseñadores actuales influyen también en los patrones de consumo vintage al participar en el revival de turno puesto en juego por ciertos estrenos de cine y televisión: la elegancia de los 50 vista en Mad Men, o los años 20 en The Artist.

A las chicas de Pepita Is Dead (Doctor Fourquet, 10) el capricho de las tendencias les da un poco de pereza. “Nuestro cliente favorito es precisamente el que se pone lo que le da gana”, nos cuenta Cristina, la propietaria, quien nos precisa que su tienda vende ropa nueva de hombre, mujer y niño fabricada principalmente entre los 50 y los 80. La jefa del lugar nos recomienda especialmente la bisutería -”con piezas muy especiales de los años 30 y de los 70”- y presume de pionera: “Cuando empezamos en 1991 resultábamos bastante raritos”. Estos días todavía colea la celebración del 20 aniversario de la tienda, con rebajas de hasta el 50%.

Magpie

Magpie

Sin necesidad de rebajas, la hora feliz tiene lugar de vuelta a Malasaña, en Magpie (Velarde 3), un local muy londinense que abrió hace dos años en plena crisis. Su oferta es ecléctica, económica y muy abundante: “Intentamos abarcar todas las décadas, aunque ahora están empezando a pegar más los 90, con las bomber y las Dr. Martens”, nos explica Olaia, la propietaria. Aquí la ropa sí llega usada a las perchas, aunque antes pasa por una completa puesta a punto “que a menudo supone reconstruirla por completo o actualizarla”, dice Olaia, “porque hay cuellos o cortos que la gente no se atreve a vestir”. Nos despedimos del local con otra recomendación muyespecífica: sus sombreros.

LA Studio

LA Studio

“La curiosidad por el diseño del siglo XX es relativamente nueva en España, pero ha calado hondo”, nos dice Carlos López, gerente del espacio L.A. Studio (Arganzuela 18), referente absoluto de la decoración vintage en Madrid. Este negocio familiar revisa con exquisito buen gusto la edad de oro del diseño industrial, ése alumbrado en Francia e Italia durante la segunda mitad de la pasada centuria y que sólo llegó a España “en una versión muy tardía y depauperada” en los años del baby boom. “Rescatamos las versiones originales de lo que aquí conocimos en los 60 y las buscamos en el lugar idóneo: el déco de los años 20 en Francia, los muebles de los 50 en Italia...”, alecciona el propietario. Las exclusivas piezas seleccionadas abarcan estilos muy diferentes de todo el siglo XX, “aunque si tenemos que optar por un registro nos quedamos con el Hollywood de los años 40, ese lujo francés de los 30 pasado por el exceso multimillonario californiano”.

Vintage 4P

Vintage 4P

Sin salir de la zona del Rastro, un escenario típicamente madrileño repleto de tiendas de antigüedades y librerías de viejo, llegamos a un local bien distinto donde el mueble antiguo aparece reinterpretado con juvenil encanto. En Vintage 4P (Bastero, 4) el sobrio diseño escandinavo de los años 60 se combina con piezas anónimas y maximalistas como un baúl militar o una lámpara compuesta por un faro de avioneta y un trípode. Son piezas de coleccionista que Juanma, responsable del negocio, ha ido comprando en sus viajes por Europa. Y que conviven con hallazgos encantadores, como unos pequeños robots hechos por el artista David Martín. “Mezclamos cosas muy distintas porque de otro modo nos aburriríamos y además no seríamos comerciales, dos extremos que no nos interesan nada”, nos cuenta este entusiasta interiorista.

Kikekeller

Kikekeller

Terminamos nuestro recorrido de vuelta en Malasaña, tomando una cerveza en la atípica coctelería que se esconde al fondo de Kikekeller (Corredera Baja de San Pablo 17), una tienda de decoración donde uno puede interactuar con los muebles en venta mientras se toma un trago con un amigo u observa trabajar a los dos diseñadores artífices del espacio, Kike y Celia. “Reinterpretamos piezas antiguas llevándolas a nuestro terreno, que es el del mueble conceptual de autor”, explica él. En ese proceso entran en juego motivos personales, “por ejemplo recuerdos de nuestra infancia”, nos comenta, mostrándonos un revistero en forma de avión de papel con ruedas de monopatín, un mueble-oveja, un mosquito hecho a partir de un batidor de huevos y un colador de té...objetos etéreos y atemporales que parecen rescatados de un sueño. Y para volver a la realidad, al ya remoto presente, matiza que las piezas se ofrecen “adaptadas a los colores, las dimensiones y los añadidos que el cliente quiera realizar sobre la que está en exposición”.

Texto: E.C.

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