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Ester Bellver. Todos somos uno, uno somos todos

Cuando a uno le pica, se rasca. Y cuando uno no está encantado de conocerse o no tiene el placer de conocerse bien, puede montar una obra. Fue así como Ester Bellver pergeñó su monólogo protAgonizo, que "presenta a una actriz protA-gonizando en escena su propia existencia", explica esta dramaturga. Comenzó como actriz de revista, y tras formarse, entre otras, en la Escuela de Teatro Clásico de Marsillach y en la londinense de Philippe Gaulier, ha sido dirigida por grandes de la escena y hoy se mueve por los circuitos del teatro independiente. ProtAgonizo es "un juego que permite tantear una posible disolución de la frontera entre lo privado y lo público, entre ser uno o ser cualquiera [...] Con experiencias personales se trata de hablar de cosas muy reconocibles por cualquiera", explica la autora e intérprete. Es decir, que la cosa no es mero entretenimiento, "me aburro con el entretenimiento, me dedico al teatro porque me alimenta de otra manera", aclara ella, que sobre un escenario austerísimo y sin la compañía de más actores, se pasa más de hora y media monologueando sobre la evolución de su vida.

A ratos también canta y baila: "cuanto más completo sea uno, más herramientas tiene para abarcar más fácilmente los diferentes códigos teatrales que se le presenten", sin escatimar intimidades y en pelota picada: "llegó el día de estrenar y no sabía de qué vestirme, no quería dar ningún significado con el vestuario, así que no me vestí de nada". Por el camino, carga contra esa creencia colectiva de que los artistas, como la luna, si no crecen, menguan: "cargo contra la exigencia externa y de uno mismo a tener que hacer o querer hacer las cosas bien, contra la necesidad de cumplir objetivos y metas", y se queja por haber perdido la capacidad de asombro que tenía en sus años mozos: "Esa es la diferencia entre niño y adulto. Un buen ejemplo lo pone Agustín García Calvo: un niño mira al cielo, no sabe lo que es y se extraña. Luego viene el papá, la Ciencia, la Física, la Matemática, la Religión... a explicárselo con sus teorías, con las que se mata el asombro ante el misterio". Fue nada menos que ese pichichi de las letras y el pensamiento, García Calvo, quien empujó a Bellver a realizar este montaje: "Un día dijo en una tertulia: 'dejaos hablar por la herida, que sangre'. Al día siguiente le llevé un texto que estaba escribiendo: '¡aquí tienes mi herida, Agustín!' Al poco me dijo que me animaba a que hiciera una representación con él". Y con semejante striptease emocional y físico, Bellver inaugura su nueva compañía, Rotura, "un lugar en el que nacen florecillas propias de los lugares rotos". Es momento de conclusiones: ¿Ha ayudado protAgonizo a su autora a descubrir quién es, o la ha sumido aún en más dudas?: "Me ha sumido aún más en la maravillosa duda de no saber. Se nos vende que hay que saber quién es uno y lo que quiere. Pero, a poco que nos paramos honestamente, caemos en la cuenta de que estamos llenos de dudas y descreimientos".

Foto: Luis Malibran.

Ester Bellver. Todos somos uno, uno somos todos.