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Editorial 111

EDIT Nº 111
La noche de los amantes

La noche sin luna no trajo tras ella un nuevo día, tal vez porque los días llevaban demasiado tiempo sin tener nada de nuevo. En la ciudad a oscuras, huyeron las sombras y danzaron los cuerpos desnudos. Florecieron los hijos concebidos en las tinieblas bajo canciones de truenos libres de la tiranía del relámpago. Nacieron de besos como faroles de luz entre almas de ciegos puros. Huellas de eternidad, en los que se besaban también nuestros muertos. La luz se convirtió en un sueño y los sueños antes negros se tiñeron de blanco pulido. Ante el espejo de lo invisible, en lo imaginario, desaparecía el resplandor de la falsedad,  los destellos de la ambición, el fulgor de la vanidad, la brillantez de la falsedad y la luminosa envidia. El fin del suicidio de los amantes. En la eterna noche murió el miedo y con sus restos se ahorcaron los cobardes. Y la sed y el agua eran la misma cosa. Y cuando la luz al fin regresó se hundieron los ojos; porque a los que ya no veían, tampoco les hacía falta.

Texto: Rubén Arribas

Editorial Nº 111. La noche de los amantes