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Besos*

Tanaka e Isake se mirarán a los ojos tras la película. En ella la música habrá subido de tempo y de intensidad justo antes de la escena final, justo antes de la escena del beso entre los protagonistas, como si esa escena en la que los actores juntaban sus labios y movían la cabeza hubiera sido el momento álgido de la película, el momento que los espectadores habrían estado esperando desde su comienzo. Al terminar la película, Tanaka verá la cara de Isake durante un instante y le parecerá que en su mirada se transparenta el mismo deseo que se ha apoderado de él tras la proyección. Habrán intercambiado largas cartas a través de una criada de confianza y las cosas habrán comenzado a marchar bien para su futuro solo una semana antes. La siguiente semana Tanaka podrá visitar la casa de Isake bajo la mirada vigilante de su madre y podrá intercambiar cumplidos con la familia. Si causa buena impresión, es posible que consiga permiso para visitar la casa regularmente y así comenzar a construir los cimientos de su matrimonio. Isake bajará los ojos y solo muy de vez en cuando conseguirá evitar la mirada de su madre. Su kimono de seda refulgirá en la sala, ambientada con velas de la mejor cera, las paredes de papel mostrarán las sombras cambiantes de la habitación, el rumor del agua se advertirá a través de la ventana. Isake servirá té inclinándose mucho, mostrándose sumisa ante él y ante su familia. Pero él sabrá que su carácter dista mucho de ser el que muestra en público. Sabrá que tiene muy claras las cosas que le pide a la vida, que grandes expectativas anidan en su corazón. Sabrá que quiere tres hijos, una casa grande, que su marido alcance un gran puesto en la administración, viajar a Europa. Y también que apenas podrá esperar a que terminen los esponsales para comprobar qué se siente al recibir un beso como el de la película.

Txt: Javier López Manzano. Cuento inspirado en los cuadros de la serie "Besos", de Belén Sánchez Albarrán

Besos (cuento de Javier López Manzano)