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Juan Mayorga hace jaque mate con Reikiavik

Por Raúl Losánez

Considerado como uno de los autores teatrales españoles más importantes y representados fuera de nuestras fronteras, Juan Mayorga estrenará a finales de septiembre, en el Centro Dramático Nacional, su último y esperado trabajo: Reikiavik, una obra que parte de la partida de ajedrez de 1972 entre Bobby Fischer y Borís Spaski para hablar, sobre todo, de otro gran enfrentamiento: el de cualquier ser humano en su día a día con el mundo.

En Reikiavik descubrimos a dos grandes ajedrecistas que, a su vez, se mueven también como piezas manejadas por otros jugadores. ¿Estamos condenados a ser marionetas? Bueno, es cierto que en la vida sentimos muchas veces que somos piezas manejadas en unos juegos cuyas reglas no conocemos del todo. En un primer plano, eso es verdad; pero hay un segundo plano en el que también tomamos decisiones con cierta libertad. Yo, efectivamente, establezco un paralelismo entre el ajedrez y la vida, porque ambos se basan en la memoria y en la imaginación. El jugador de ajedrez se basa en partidas anteriores, pero tiene que saltar al vacío al mismo tiempo y guiarse por la imaginación. Y eso es lo mismo que ocurre en la vida.

Es la eterna tensión entre el determinismo y el libre albedrío, ¿no? Claro. Cada uno de nosotros está limitado por la herencia y la sociedad; pero al mismo tiempo… podemos decidir. Incluso estando encarcelados, nuestra conciencia puede decidir no aceptar ese castigo o esa situación.

En la obra asistimos a un supuesto enfrentamiento entre dos hombres y dos mundos, pero… también vemos que esos hombres no están perfectamente ubicados en los mundos a los que representan. Pues sí; está muy bien visto eso. Es verdad que se contraponen dos mundos: no solo el norteamericano y el soviético, sino el individualismo radical de Fischer y el colectivismo de Spaski, en el que la derrota es considerada como una traición. Es un duelo entre dos razones; pero vemos que las razones están atravesadas de experiencia y, por ello, terminan siendo borrosas.

¿La lección de fondo en Reikiavik es que todos somos ajedrecistas jugando las partidas de nuestras vidas? Claro. La obra tiene un primer nivel pedagógico que tiene que ver con la historia del enfrentamiento de Fischer y Spaski; pero hay otro nivel en el que se representa el teatro del mundo. Un teatro en el que todos somos piezas y movemos piezas; un teatro en el que se nos asigna un papel, pero… un papel que admite variantes.

Si tuviera que empezar una nueva partida tras la publicación de esta entrevista y después del estreno, ¿a qué le gustaría jugar? Pues me gustaría bailar. He decidido este año apuntarme a una academia de baile. Soy muy torpe y quiero aprender.

¿Y cómo le gustaría celebrar con los lectores esta edición número 150 de El Duende? Precisamente bailando. A los que ya saben, los invitaría a que bailasen más para festejar estos 150 números; y a los que no saben, los invitaría también a aprender. Me viene a la mente algo que dijo Nietzsche: "Sólo creería en un Dios que supiese bailar".

Reikiavik. Teatro Valle-Inclán. Sala Francisco Nieva. Del 23 de sept. al 1 de noviembre. cdn.mcu.es

¡Última semana para ver Reikiavik!